domingo, 28 de octubre de 2012

RELATO: MIERDA

¡Hola, mistercitos! ¿Qué tal estáis todos?  Espero que mejor que yo. Os cuento. Algo me he comido que no me ha sentado muy bien y ahora mismo tengo en mi estómago la mismísima batalla de Waterloo; a ratos siento a Napoleón liderando sus tropas y a ratos a Wellington y a Blücher lanzando un contraataque. Como podéis imaginar, estoy de lo más entretenido. ¿Quién sabe? Tal vez en esta ocasión Napoleón tenga más suerte. Sea como fuere, la cuestión es que este estado que padezco me ha inspirado el relato que os dejo a continuación. Leedlo y disfrutadlo o sufridlo, eso ya depende de vosotros. Yo os dejo ya... ¡Tengo una urgencia!




Berto era un tipo normal y corriente, ni feo ni guapo, ni alto ni bajo, ni listo ni tonto, ni elegante ni asqueroso. Podría decirse que por no tener, Berto no tenía ni siquiera personalidad. Lo único destacable en él era su obsesión por las mujeres. No podía vivir sin ellas. El problema era que, hasta el momento, ellas habían vivido perfectamente sin él. Tal vez por eso, cada vez que se embarcaba en una relación no podía evitar desvivirse por la chica en cuestión y hacer todo lo posible para agradarla. Pero ni aún con eso lograba sus objetivos; todo terminaba como empezaba, a lo tonto. Y, cómo no, así fue como sucedió aquella vez.
Berto conoció a una chica que, por estirada, snob, pija y refinada, no podía llamarse de otra forma que no fuese Pitita. El caso es que las armas de seducción de Berto eran tan sumamente escasas que las usaba todas el primer día, no dejando nada para ocasiones posteriores. Es por eso que nadie podría explicar como él y Pitita volvieron a quedar después de la primera cita y otra vez y otra vez más. Es posible que a Pitita le atrajese la idea de tener a su lado a alguien nulo de personalidad a quien poder controlar, manejar y transformar a su gusto. Y así es como fue, hizo de él su propio muñequito Ken.
Le vistió como a ella le pareció oportuno, le hizo ver las películas que ella consideraba buenas y le obligaba ir a supuestos bares “in”. Tal vez algunos encuentren todo esto un tanto alienante, pero en realidad no es nada si lo comparamos con lo que sucedió cuando se fueron a vivir juntos. Y es que hay personas que disfrutan anulando a aquellos indefensos seres que lo único que hacen es profesarles amor. Y así, Pitita llegó al punto de prohibirle a Berto algo tan humanamente natural como ventosearse. Podía hacerlo fuera, pero nada de pedos dentro de la casa.
Para colmo de males, Berto era un tanto suelto en este aspecto y, por supuesto, la prohibición resultó ser un incordio. Levantarse veinte veces durante una película para salir a la terraza, otras tantas durante la cena y lo mismo si estaban en la cama no era su idea de vida en pareja. Las zapatillas del pobre Berto sufrían las consecuencias de tanto paseíto mostrando sendos agujeros en las suelas.
Como era de esperar, llegó un día en el que el sufrido hombre se cansó de la situación. No estaba dispuesto a estar levantándose cada diez minutos de la silla, el sofá o la cama. ¿Qué podía hacer? ¿Rebelarse? ¿Seguir aguantando? ¿Pedorrearse en la cara de Pitita y soltar así su rabia ventosa? ¡No! El nunca haría eso. Su opción fue otra: aguantarse los pedos.
Cualquiera entenderá que si las vacas, los perros, los burros o los gatos están diseñados para tirarse pedos, el ser humano, por muy evolucionado que sea, no está por encima de este tipo de necesidades fisiológicas. Berto lo intentó y pagó el precio. Después de un mes sin tirarse un miserable pedo, pues para terminar de empeorarlo todo no se separaban ni a sol ni a sombra, comenzaron sus problemas de retención de gases en el intestino. Berto empezó a no encontrarse bien, pero la cosa se complicó derivando posteriormente en una retención de gases y de lo que no eran gases. Evidentemente, esto ya era un problema mayor pues corría el riesgo de sufrir males como infecciones, estreñimiento o sangrado de colon. No está claro en qué grado se encontraba Berto, pero los dolores comenzaban a ser insoportables. Finalmente, tuvo que aceptar su debilidad humana y acudir al médico.
Entre las varias recomendaciones de éste estaba la de la administración de lavativas. Es en este punto donde ni siquiera éste que escribe entiende muy bien la historia y es que resulta difícil de asimilar que una tía que se niega a que alguien se tire pedos delante de ella sea luego la primera en ofrecerse voluntaria para llevar a cabo este tipo de práctica. Tal vez fuese por la sensación de poder que indudablemente produce el aplicarle una lavativa a alguien. Le mente humana puede ser tan retorcida.
La cuestión es que allí estaban los dos, en el baño con los roles intercambiados; él en el suelo a cuatro patas y ella detrás suyo, de rodillas y sosteniendo un artilugio en la mano. Él le pidió que tuviese cuidado, ella prometió ser precavida. Y así lo hizo, pero claro, cuando lo que se ha estado haciendo es frenar el curso de la naturaleza, al final, ésta se abre camino como buenamente puede. Y así, con la primera presión que Pitita hizo sobre aquella pera de goma, todo lo que había estado contenido durante largo tiempo dentro de Berto explosionó en busca de la tan ansiada libertad. Todos los pedos encarcelados durante un mes se convirtieron en uno solo, inmenso y apocalíptico, arrastrando consigo todo el lastre que Berto cargaba.
Podría suponerse que Pitita, con todo lo pija que era, podría haber sido comprensiva y tomarse aquello como un baño de barro de esos tan populares entre las de su clase. Pero no lo hizo. Y se puede decir que, desde ese mismo instante, la relación se fue literalmente a la mierda.
Hoy Berto está recuperado pero nuevamente solo, aunque de momento no parece importarle. Por fin ha entendido que para querer a los demás primero hay que saber quererse a uno mismo. Y es que como decía un anciano años atrás: “Prefiero perder una amiga antes que perder una tripa”.


3 comentarios:

  1. Un poco escatológico, pero me he pasado un buen rato riéndome.

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  2. Jajaja, yo tambien me he reido mucho. Me gusta esta parte cachonda que tienes.

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  3. Buscando un relato porno me encontré con esto. Enhorabuena, me he quedado a leerlo y me ha molado.

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