lunes, 24 de septiembre de 2012

RELATO: LA RUTINA MANCHADA

Hola, mistercitos. Comenzamos una nueva semana y no sé en vuestras ciudades, pero aquí está lloviendo. Me he asomado a la ventana y me he quedado un rato observando el agua caer. Después el viento ha empezado a soplar y la lluvia empezó a caer hacia mí, así que me volví a meter en casa, pues es de gilipollas estar mojándose en la ventana. Hacerlo cuando paseas todavía tiene su encanto, pero en la ventana no. Sin embargo, todo esto me hizo pensar en lo agradable que resulta la lluvia cuando, tras meses de verano, no has visto caer ni una gota. Es una fresca novedad, un cambio que da una nueva perspectiva. Por supuesto, este efecto sólo dura un par de semanas. Después está uno hasta las narices de ver todo el día llover. Así es el ser humano. Nunca está contento, de todo se cansa.
Supongo que esto tiene mucho que ver con la historia que os traigo hoy, "La Rutina Manchada", un relato en el que la explicación a un asesinato es la más simple y, a la vez, la más sincera de todas. Disfrutadlo y no os vayáis muy lejos porque volveré pronto y pobre del que falte. Un saludo.


Las manos de Carla todavía estaban manchadas de sangre cuando la policía entró en la casa. La joven permanecía sentada en el sofá del salón mientras, en el dormitorio, el cuerpo de Alberto yacía sin vida sobre la cama. El comisario echó un rápido vistazo a la casa. A simple vista, nada indicaba que se hubiese producido algún tipo de discusión entre la pareja. Todo permanecía en orden, el pequeño dormitorio no mostraba desorden alguno y el jarroncito sobre el aparador junto a la entrada permanecía intacto. En el salón, todo estaba también en orden. Cada libro ocupaba su lugar en las estanterías, así como cada dvd. La armonía y la paz del hogar no resultaban alteradas a excepción del color rojo que teñía el pecho de Alberto y las manos de Carla.
–¿Qué ha ocurrido aquí? –preguntó el comisario a la joven en el sofá.
–Le he matado mientras dormía –titubeó ella.
–¿Cómo?
–Le clavé un cuchillo en el corazón.
Carla se apartó el cabello del rostro.
–¿Cree usted que habrá sufrido? –preguntó.
–No lo creo. La muerte debió de ser rápida.
–Bien.
–¿Y dónde está el cuchillo?
–¿Qué cuchillo? –preguntó Carla con ligera desorientación.
–El cuchillo que con el que ha matado usted a su novio.
–Vaya, no recuerdo dónde lo he dejado.
–¿No lo recuerda?
            Carla no contestó. El comisario no llegaba a entender lo que allí había sucedido. Según los vecinos, la pareja formada por la joven y su novio era completamente normal. Dos enamorados que se habían mudado al edificio tres años atrás y durante los cuales nunca habían dado muestras de desavenencia alguna. Era habitual verles salir juntos los fines de semana, preparados para disfrutar de los entretenimientos que la combinación de noche y ciudad suele ofrecer.

–¿Ha estado usted alguna vez enamorado? –pregunto entonces Carla.
–¿A qué viene eso ahora? –respondió el comisario.
–Yo lo estaba. Ambos lo estábamos.
El comisario guardó silencio, escuchando con atención.
–Cuando conocí a Alberto –continuó ella– yo estaba desengañada por completo de los chicos. Todos con los que había estado antes me habían utilizado, se habían aprovechado de mí. Lo único que buscaban era llevarme a la cama. Supongo que no puedo culparles.
A ojos del comisario, fácilmente la chica resultaría toda una tentación para cualquier miembro del sexo masculino. Su esbeltez, su corto cabello castaño que acentuaba su aspecto aniñado y su cuerpecillo moldeado con espléndidas curvas no pasaban desapercibidos.
–En realidad la culpa siempre había sido mía –siguió explicando la joven–. Sólo era necesario que un chico me dedicase un par de palabras bonitas para que yo me fuese con él. Supongo que siempre he sido una enamorada del amor. Me sentía más atraída por los sentimientos que me producía el creer estar enamorada que por las personas, pero con Alberto todo fue distinto. Él fue el primero que se preocupó por mí, el primero que antepuso mis sentimientos a los suyos.

Carla se levantó del sofá y caminó hacia la ventana.
–El día que nos conocimos no me encontraba en las mejores condiciones. Mi último novio acababa de dejarme y yo había bebido como una cerda. De hecho estaba tirada en la calle, junto a un portal, cuando Alberto me encontró. Me preguntó si me encontraba bien y me ayudó a levantarme. Yo me quedé mirándole, él me miró a mí, pasaron unos segundos y le vomité encima. Pero él siguió a mi lado. De hecho me acompañó a mi casa y no se fue hasta que entré. Pero lo mejor fue que al día siguiente estaba esperando en la calle. Había estado allí dos horas sólo para preguntarme si me encontraba mejor. Lo menos que pude hacer fue invitarle a tomar un café. Y desde entonces no nos hemos vuelto a separar.
–¿Y cuando empezaron los problemas? –preguntó el comisario.
–¿Cómo dice?
–¿Cuándo empezaron a llevarse mal ustedes dos?
–¡Nunca nos hemos llevado mal!
–Entonces no entiendo nada.
–Es evidente que no. Yo nunca podría haberme llevado mal con Alberto. Es la mejor persona que he conocido en toda mi vida.
–Señor comisario –uno de los agentes que registraban el piso interrumpía la conversación–, hemos encontrado el cuchillo. Estaba debajo de la cama.
–Muy bien. Ahora mismo estoy con vosotros.

El agente de policía volvió a sus quehaceres en el dormitorio y el comisario devolvió toda su atención a la joven.
–Puede usted continuar –dijo.
–Le decía que Alberto era la mejor persona que he conocido nunca. Lo era cuando empezamos a salir y siguió siéndolo hasta esta noche. Hemos hecho tantas cosas juntos. Hemos viajado por el mundo, hemos visto todas las obras de teatro de la cartelera, hemos cenado en los restaurantes más románticos de la ciudad y hemos hecho el amor en las posturas más inverosímiles.
–¿Y fue todo tan maravilloso hasta hoy?
–No exactamente. Este último año todo pareció cambiar. Tal vez hubiese cambiado antes ya y no me había dado cuenta. Fuera como fuese, lo cierto es que un día me desperté sabiendo que yo ya no le amaba. Él seguía siendo el mismo, pero yo era diferente. Todo lo que antes me parecía maravilloso ahora me aburría. De tanto viajar ya no nos quedaba mundo por descubrir, las obras de teatro que todavía no habíamos visto ya no eran interesantes, los restaurantes perdieron todo el romanticismo de tanto frecuentarlos y ya no había posturas nuevas con las que experimentar. Pero lo peor de todo era que su amor seguía siendo el mismo del primer día, no había cambiado ni siquiera un poquito.
–Ya veo.
–Sentí que no podía seguir con él, tenía que empezar una nueva vida sin estar a su lado.
–¿Y por eso le mató?
–No podía seguir alargando la situación más de lo que lo había hecho.
–¿Y esa fue la única solución que encontró?
–La única y, créame, las sopesé todas.
–Permítame entonces decirle, señorita, que no está usted bien de la cabeza.
–¿Por qué no?
–Veamos, me ha dicho usted que su novio fue la primera persona en mucho tiempo que mostró preocupación por usted.
–Eso he dicho.
–Y que durante dos años la vida a su lado fue maravillosa.
–Sí, eso también lo he dicho.
–Él nunca le había dado motivos para estar disgustada o resentida.
–Nunca.
–Y aún así usted dejó de quererle.
–Sí, son cosas que suceden cuando menos lo esperas.
–Y la única forma que encontró de terminar con todo fue matándole.
–Exactamente.
–Pues lo dicho, está usted mal de la cabeza. ¿No hubiese más sencillo dejarle?
–¿Sencillo? ¿Usted ha escuchado una sola palabra de lo que le he explicado? ¿Cómo iba a dejarle? ¿Qué clase de monstruo cree que soy?
Una lágrima descendió por la mejilla de Carla.
–Yo nunca hubiese tenido el valor de abandonarle. Eso le hubiese roto el corazón. 


6 comentarios:

  1. Muy bueno Mr M , me ha gustado.

    Amaia

    PD tengo nuevas entradas en el blog, pásate a verlas si te apetece.

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  2. A mí también me ha gustado y mucho. Es verdad que muchas veces el amor se acaba sin motivo, pero lo de la mujer esta es muy fuerte. Por mucho que le partiese el corazón él se habria recuperado, digo yo. De esta otra manera Alberto no tiene ninguna posibilidad, aunque visto desde el punto de vista de ella puedo entender cierta lógica en su manera de actuar. Creo que en el fondo ella seguía queríendole. Solo necesitaban algo que devolviese la chispa a la relacion.

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  3. Después de esto nunca me echaré novia

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  4. Puedes echártela, pero procura mantenerla siempre entretenida. No caigáis en la rutina.

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  5. Hola Mr. M gracias por afiliarme a tu blog.

    He leído algunos de tus poemas y relatos y me gustaron mucho porque tienen un mensaje que te deja con una sensación extraña, como de angustia. Definitivamente uno llega a identificarse con tus personajes.

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  6. Muchas gracias a ti, Diego, por tu comentario y por tu análisis. Tengo que decir que me encanta la forma en la que interpretas mis escritos. Me ha gustado eso de que te dejan una sensación de angustia. Espero que sigamos leyéndonos durante mucho tiempo.

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