viernes, 23 de mayo de 2014

RELATO: EL CAMINO DESCONOCIDO

Hola, mistercitos.
Son tantas las cosas que quiero contaros que se me han amontonado todas en la boca y ahora no puedo soltar prenda. Dejad que ponga mi mente en orden...
Por supuesto, todas ellas se refieren al próximo lanzamiento de "Sábado Noche en la Galaxia". ¿Queda alguien que no sepa que es mi segunda novela? La cuestión es que sí, técnicamente es la segunda, pero para mí, por diversos motivos (os iré contando algunos y otros me los reservaré) es como si se tratase de la primera. Así pues, a lo largo de esta próxima semana compartiré con vosotros distintas entradas en las que os mostraré, entre otras cosas, a los protagonistas de la novela, algunos de los lugares principales en los que se desarrolla la acción, varios fragmentos de la historia... Pero eso no es todo, estaré por fin en disposición de deciros cuando podréis empezar a leerla, que es de lo que se trata. ¿Y sabéis algo más? Desde un primer momento os dije que "Sábado Noche en la Galaxia" no era sólo una novela, había algo más con ella. ¿Cuál es ese gran secreto que la hace diferente a otros libros? Pues eso también os lo contaré.
Hoy, para despedir la semana, os dejo un relato que algunos puede que conozcan. Para los que no, aquí os dejo "El Camino Desconocido".




Desde las alturas, el pueblecito se asemejaba a una pequeña mancha junto al mar, un mar cuyas olas se convertían en grandes estrellas de espuma al romper contra las rocas del acantilado. Fue con el descenso que la extensión del terreno comenzó a hacerse más rica en detalles. Cada vez podía verse con mayor claridad el centro comercial, la gasolinera, el restaurante de la calle central, el pequeño parque con sus columpios para los pequeños y la iglesia, su tejado y la cruz que se erigía sobre el mismo.
La blanca gaviota detuvo al fin su vuelo, posándose sobre uno de los brazos de la cruz y observando con curiosidad el tumulto de gente que se agolpaba a las puertas del templo, accediendo al interior no sin cierta parsimonia.
Allí, en una sala separada del altar por unos escasos metros, Tomás trataba de templar sus nervios. Se ajustaba la corbata hasta el punto exacto en el que se viese bien, pero sin que le estrangulase el cuello. A toda costa trataba de evitar cualquier incomodidad posterior, de ningún modo podía permitírsela. Aquel era uno de los días más importantes de su vida, era el día en el que en aquella pequeña iglesia pondría fin a una etapa de su existencia y le daría la bienvenida a una nueva, desconocida y, a buen seguro, diferente.
Entonces pensó en ella, pensó en el momento de volver a verla bajo el techo del templo. Su mente viajó, sin él proponérselo, hasta el día en el que le había hecho la gran pregunta. 
¿Quieres casarte conmigo? había dejado caer Tomás cuando ella menos lo esperaba. Recordó la forma en la sus manos tomaron las de la chica antes de prometerle que siempre estaría a su lado. Ella, por supuesto, le había creído y había grabado aquellas palabras en su corazón.
Ahora, seis meses después, allí estaba, en aquella pequeña sala esperando al momento de salir al encuentro de su enamorada y cumplir su promesa de permanecer junto a ella por toda la eternidad.
Por la mente de Tomás seguían sucediéndose las imágenes. Ahora podía verse junto a su novia en el instituto, cuando los dos eran un par de niñatos, ingenuos y despreocupados, y cuando lo único importante era encontrar el momento de robarse besos el uno al otro.
Tomás no podía seguir esperando. Tenía que verla ya, tenía que volver a susurrarle al oído que la quería, del mismo modo que lo había hecho aquella primera vez a la salida de un cine del centro que ya no existía, después de ver una tonta comedia romántica.
Aquello había sido entonces. Ahora, catorce años después, tras un largo noviazgo de amor y risas, llegaba el momento de dar el paso más importante para él, un paso que sólo podía conducirle hacia adelante y nunca más hacia atrás.
Sin embargo, y a pesar de la lógica ansiedad, Tomás no tenía miedo. Sabía que, desde ese instante, no habría sitio en su corazón para nadie más que para ella y que en su mente ninguna otra imagen podría anteponerse a la de la dulce sonrisa de su chica. Así sería por siempre jamás.
Tomás abrió la puerta y se encontró ante todos los seres queridos que habían querido acompañarle en aquel momento de transición. Una sonrisa de satisfacción le iluminó el rostro al comprobar que no faltaba nadie. Allí estaban sus padres, sus amigos de la infancia y los de los años posteriores, sus compañeros del trabajo, sus primos y, por supuesto, estaba ella que, embargada por la emoción del momento, ni siquiera era consciente de todo lo que su presencia suponía para Tomás en un momento como aquel. El joven se tomó entonces un momento para contemplar los rostros del resto de los presentes y pudo captar la emoción en sus miradas, pudo sentir la energía de sus corazones latiendo por él y se sintió feliz.
Sin retardar más el momento, Tomás caminó lentamente hasta situarse junto a ella, tan hermosa, tan frágil, con su piel de porcelana y su cabello negro como el azabache. El joven se inclinó y acercó sus labios a la oreja de la chica, hasta casi rozar el fino y transparente vello que recubría su piel.
–Te amo –le susurró con dulzura.
La joven se estremeció sin apartar la mirada del frente y una lágrima recorrió su mejilla.
–Siempre serás lo único en lo que piense –continuó él, –jamás me iré de tu lado y cada noche te visitaré en tus sueños.
La chica pudo sentir entonces como las fuerzas la abandonaban, mientras se derrumbaba por completo, rompiendo a llorar sin poder controlarse ante aquella extraña sensación que recorría su cuerpo hasta agolparse con un intenso hormigueo en su nuca. Tomás no se preocupó. Sabía que todo estaría bien. Se giró entonces con lentitud hacia el altar, casi flotando, dio unos pocos pasos y se detuvo a contemplar el gran cajón de madera sobre el que reposaba aquel portaretratos plateado con la fotografía que ella le ha´bia hecho pocos meses atrás, estando juntos de vacaciones. Todavía se le hacía un poco difícil acostumbrarse a la idea de que su cuerpo reposase allí dentro sin vida, pero estaba seguro de que terminaría aceptándolo sin problemas. Incluso el resentimiento que pudiese sentir hacia el tipo que le había apuñalado por no querer él entregarle su cartera dos noches atrás, estaba empezando a desaparecer. La vida era mucho más que estar vivo, ahora lo sabía, era todo el amor que se da y se recibe mientras estamos en el mundo y por eso se sentía reconfortado, pues era tanto el amor que se llevaba consigo y tanto el que dejaba allí que de ninguna de las maneras se sentía muerto. Incluso dejó escapar una leve risa al detenerse a pensar en la ironía que se encerraba en el hecho de que el día de su boda hubiese terminado convirtiéndose en el de su funeral. 
Supuso Tomás que eran aquellas cosas del destino, caminos desconocidos por los que transitamos convencidos de saber hacia dónde nos llevan, sin ser conscientes de que lo importante no es la parada final sino disfrutar del trayecto. Por suerte, él siempre se había detenido a contemplar el panorama que era su vida y, ahora, todo eso conformaba el equipaje que se llevaba consigo en su nuevo viaje.

11 comentarios:

  1. Mientras iba leyendo me imaginaba diferentes desenlaces, algo que rompiese el ritmo "pausado y ordenado" de la narración; algo como una novia que en realidad no existía, un plantón o un suicidio, pero para nada lo que en realidad sucedió, así que felicidades. Un relato muy duro, pero muy bueno.

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    1. Muchas gracias, Alex. Encantado de que te haya gustado. Uno de mis miedos era que se adivinase el final antes de llegar al mismo. Veo que no, aunque eso sí, por lo visto nadie esperaba que acabase bien. Algún día escribiré algo que os sorprenda con un final totalmente esperado, jejeje.

      Un abrazo y gracias por el comentario.

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  2. Muy Bueno Mister. Duro y emocionante, con giro final como a mi me gusta. Un abrazo.

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    1. Muchas gracias. Sí que es duro, pero creo que esa dureza queda aplastada por el mensaje de esperanza. Celebro que te haya gustado, sobre todo el giro final.

      Un abrazo!

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  3. Fantástico, Mr. M.
    No conocía el relato, y me encantó. Como Alex, iba imaginando diferentes desenlaces (¿el casamiento? ¿el velorio de la novia fallecida?), pero nunca me vi llegar al fantasma del protagonista. Me sorprendiste, y para bien.
    Muy dramático, realmente llega al corazón del lector, y de manera directa. Te felicito.
    ¡Saludos!

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    1. Gracias, Juan! Ya sabes que tus opiniones significan siempre mucho para mí, así que genial que te haya gustado. Como suele ser costumbre en mí, busco un final que sorprenda y que de un giro a lo anteriormente narrado. Por vuestros comentarios, veo que lo he logrado. ¿Qué más puedo pedir?

      Un abrazo fuerte, amigo!

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  4. Y esperando más novedades de "Sábado...", claro.

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    1. Ya mismo puedes descubrir alguna de esas novedades.

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  5. Me recordó a «Ghost, la sombra del amor».
    Triste historia de amor y muy logrado texto.
    Saludos.

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    1. ¿Verdad que sí? A mí también me ocurrió algo parecido cuando lo releí. Eso sí, yo no encuentro que la historia sea triste. Creo que hay algo esperanzador en ella. Celebro que te haya gustado.

      Un abrazo, Raúl.

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  6. Grandísimo relato. Comencé leyendo, pensando que estaba ante un tipo de historia que luego se convirtió en algo diferente. He disfrutado ese final que no imaginaba, triste y ¿alegre? a la vez. Tambien me ha gustado la descripción que haces de las sensaciones de los personajes, sobre todo el momento en el que él le susurra a su novia. Felicidades por el texto, me ha parecido muy bueno.

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