jueves, 3 de abril de 2014

RELATO: LA RUTINA MANCHADA

Hola! ¿Cómo se desarrolla vuestra semana? La mía va un tanto cargada de trabajo. A veces pienso en el homo erectus, allá por el Paleolítico, y me lo imagino preocupado por mantener el fuego encendido, por la recolección o persiguiendo mamuts, nada que ver con alcanzar objetivos a final de mes, aumentar ventas, preparar eventos supuestamente importantes o soportar a sus congéneres detrás de una barra. Vale, luego me imagino a mí mismo tratando de darle caza a un mamut y... Bueno, no sé. A veces preferiría tratar con un mamut que con mi jefe. Tal vez un día de estos le ensarte con una lanza. La cuestión es que estos días estoy un poco falto de tiempo y, claro, no me ha dado tiempo a terminar el relato que estoy escribiendo. ¡Pero no pasa nada! No os cortéis las venas. He estado echando un vistazo al blog y me he dado cuenta de que hay algunos de mis primeros relatos que muy pocos habéis leido. ¿Qué he hecho entonces? Rescatar uno de ellos, desempolvarlo, darle un repasito, mejorarlo un poco y plantarlo aquí. Ya lo sé, eso es trampa, pero era eso o dejaros sin relato y estoy seguro de que para la mayoría será lo mismo que si fuese nuevo. Os dejo leyendo entonces, me piro que voy con prisa. Adiós!







Las manos de Carla seguían teñidas de sangre cuando la policía entró en la casa. La joven no se movía del sofá del salón mientras, en el dormitorio, el cuerpo de Alberto yacía sin vida sobre la cama. El comisario echó un rápido vistazo a la casa. A simple vista, todo parecía estar en orden. El pequeño dormitorio conservaba cada cosa en su lugar, como el jarroncito sobre el aparador junto a la entrada, que permanecía intacto. En el salón la situación era similar. Cada libro ocupaba su lugar en las estanterías, así como cada dvd y cada figurita La armonía y la paz del hogar no resultaban alteradas a excepción del color rojo mancillando el pecho de Alberto y ensuciando las manos de Carla.
–¿Qué ha ocurrido aquí? –preguntó el comisario a la joven en el sofá.
–Le he matado mientras dormía –titubeó ella.
–¿Cómo?
–Le clavé un cuchillo en el corazón.
Carla se apartó el cabello del rostro.
–¿Cree usted que habrá sufrido? –preguntó.
–No lo creo. La muerte debió de ser rápida.
–Bien suspiró ella.
–¿Y dónde está el cuchillo?
–¿Qué cuchillo? –preguntó Carla con una ligera desorientación.
–El cuchillo que con el que ha matado usted a su novio.
–Vaya, pues máteme usted a mí ahora, pero no recuerdo dónde lo he dejado.
–¿No lo recuerda?
Carla no se molestó en contestar. Al comisario le costaba entender lo que allí había sucedido. Según los vecinos, prestos a declarar, testificar, cotillear y fisgar, la pareja formada por la joven y su novio era del todo normal. Dos enamorados que se habían mudado al edificio tres años atrás y durante los cuales nunca habían dado muestras de desavenencia alguna. Era habitual verles salir juntos los fines de semana, preparados para disfrutar de los entretenimientos que la combinación de noche y ciudad suele ofrecer.
–¿Ha estado usted alguna vez enamorado? –pregunto entonces Carla.
–¿Perdón? –respondió el comisario, al que la pregunta le había sorprendido como el gato que aparece de forma repentina en el pasillo para arañar la pierna de su amo.
–Yo lo estaba. Ambos lo estábamos.
El hombre guardó silencio, escuchando con atención.
–Cuando conocí a Alberto –continuó ella– yo estaba desengañada por completo de los hombres. Todos con los que había estado antes me habían utilizado, se habían aprovechado de mí. Todos buscaban lo mismo, aunque supongo que no puedo culparles.
A ojos del comisario, fácilmente la chica resultaría toda una tentación para cualquier miembro del sexo masculino. Su esbeltez, su corto cabello castaño que acentuaba su aspecto aniñado y su cuerpecillo moldeado con espléndidas curvas no pasaban desapercibidos.
–En realidad la culpa siempre había sido mía –siguió explicando ella–. Sólo era necesario que un chico me dedicase un par de palabras bonitas para que yo me fuese con él. Supongo que siempre he sido una enamorada del amor. Me sentía más atraída por los sentimientos que me producía el creer estar enamorada que por las personas, pero con Alberto todo fue distinto. Él fue el primero que se preocupó por mí, el primero que antepuso mis sentimientos a los suyos.
Carla se levantó del sofá y arrastró los pies hacia la ventana.
–El día que nos conocimos no me encontraba en las mejores condiciones. El que por entonces era mi novio acababa de dejarme por otra y yo había bebido como una cerda. De hecho estaba tirada en la calle, junto a un portal, cuando Alberto me encontró. Me preguntó si me encontraba bien y me ayudó a levantarme. Yo me quedé mirándole, él me miró a mí, pasaron unos segundos y le vomité encima. Pero él siguió a mi lado. De hecho me acompañó a mi casa y no se fue hasta que entré. Pero lo mejor fue que al día siguiente estaba allí, esperando en la calle. Se había pasado dos horas en la puerta de mi portal sólo para preguntarme si me encontraba mejor. Lo menos que pude hacer fue invitarle a tomar un café. Y desde entonces no nos hemos vuelto a separar.
–¿Y cuando empezaron los problemas? –preguntó el comisario.
–¿Cómo dice?
–¿Cuándo empezaron a llevarse mal ustedes dos?
–¡Nunca nos hemos llevado mal! se alzó Carla.
–Creo que me estoy perdiendo algo dijo el con un meneo de cabeza.
–Eso es evidente dijo la chica dando muestras de agravio. Yo nunca podría haberme llevado mal con Alberto. Es la mejor persona que he conocido en toda mi vida.
–Señor comisario –uno de los agentes que registraban el piso interrumpía la conversación–, hemos encontrado el cuchillo. Estaba debajo de la cama.
–Muy bien. Ahora mismo estoy con vosotros.
El agente de policía volvió a sus quehaceres en el dormitorio y el comisario devolvió toda su atención a la joven.
–Puede usted continuar –dijo.
–Le decía que Alberto era la mejor persona que he conocido nunca. Lo era cuando empezamos a salir y siguió siéndolo hasta esta noche. Hemos hecho tantas cosas juntos. Hemos viajado por el mundo, hemos visto todas las obras de teatro de la cartelera, hemos cenado en los restaurantes más románticos de la ciudad y hemos hecho el amor en las posturas más inverosímiles.
–¿Y fue todo tan maravilloso hasta hoy?
–No exactamente. Este último año todo pareció cambiar. Tal vez hubiese cambiado antes ya y no me había dado cuenta. Fuera como fuese, lo cierto es que un día me desperté sabiendo que yo ya no le amaba. Él seguía siendo el mismo, pero yo era diferente. Todo lo que antes me parecía maravilloso ahora me aburría. De tanto viajar ya no nos quedaba mundo por descubrir, las obras de teatro que todavía no habíamos visto ya no eran interesantes, los restaurantes perdieron todo el romanticismo de tanto frecuentarlos y ya no había posturas nuevas con las que experimentar. Pero lo peor de todo era que su amor seguía siendo el mismo del primer día, no había cambiado ni siquiera un poquito.
–Ya veo.
–Sentí que no podía seguir con él, tenía que empezar una nueva vida sin estar a su lado.
–¿Y por eso le mató?
–No podía seguir alargando la situación más de lo que lo había hecho.
–¿Y esa fue la única solución que encontró? preguntó el comisario alzando sus incrédulas cejas.
–La única y, créame, las sopesé todas.
–Permítame entonces decirle, señorita, que no está usted bien de la cabeza.
–¿Por qué no? dijo ella estudiando a su interlocutor con suspicacia.
–Veamos, me ha dicho usted que su novio fue la primera persona en mucho tiempo que mostró preocupación por usted.
–Eso he dicho.
–Y que durante dos años la vida a su lado fue maravillosa.
–Sí, eso también lo he dicho.
–Él nunca le había dado motivos para estar disgustada o resentida.
–Nunca.
–Y aún así usted dejó de quererle.
–Sí, son cosas que suceden cuando menos lo esperas.
–Y la única forma que encontró de terminar con todo fue matándole.
–Exactamente.
–Pues lo dicho, está usted mal de la cabeza. ¿No hubiese más sencillo dejarle?
–¿Sencillo? Claudia aferró una de sus manos al cuello de la camisa, dejando un rastro de sangre. ¿Usted ha escuchado una sola palabra de lo que le he explicado? ¿Cómo iba a dejarle? ¿Qué clase de monstruo cree que soy?
Una lágrima descendió por la mejilla de Carla.
–Yo nunca hubiese tenido el valor de abandonarle. Eso le hubiese roto el corazón. 



14 comentarios:

  1. Muy bueno y muy fuerte. Preferir matar a tu pareja por no ser capaz de afrontar la situación de darle puerta es terrible. Alberto no se merecía que le rompiesen en corazón, pero menos que se lo atravesasen con un cuchillo. Me ha gustado aunque la historia me parece terrible.

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    1. Sí que es un poco fuerte y, aunque Carla no tiene justificación, puedo llegar a entender el temor a ver a Alberto sufriendo. De este otro modo, el chico ni siquiera se enteró. Esperemos que el Más Allá sea lo suficientemente deslumbrante como para que el pobre desgraciado no tenga tiempo de pensar en lo sucedido.

      Un saludo, Morneo.

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  2. Me alegro de que lo hayas rescatado Mr M!!
    La personas tenemos, a veces, reacciones inexplicables... (o no tanto)
    No tuvo el valor de abandonarle para no romperle el corazón metafóricamente y prefirió rompérselo de verdad. Ufff! Toda una cobarde, realmente. Era ella la que no podía soportar verle sufrir cuando le abandonara. Creo que no fue capaz de enfrentarse a su propio dolor.
    Me gustan mucho tus relatos.
    Un abrazo.

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    1. Tienes razón y, sin embargo, me parece una cobardía relativa porque para hacer lo que hizo Claudia tuvo que echarle valor. Es similar a lo que ocurre con los suicidas. Se les tiene por cobardes por no poder enfrentarse a la vida, pero creo que algo de valor hay que tener también para enfrentarse a la muerte. No sé si tú lo ves así.
      Celebro que te gusten mis relatos, esa es la intención al escribir, agradar al que lee. A mí también me gustan los tuyos. "La Casa de mis Sueños" me tiene pillado, que no soy capaz de imaginar como terminará. Espero que no queden demasiadas entregas.

      Un abrazo!

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    2. Sí, se dice eso: que la verdadera valentía es enfrentarse a los problemas. Yo estoy de acuerdo. Pegarte un tiro, tomarte unas pastillas, en definitiva, suicidarte, requiere "un segundo", comparado con lo que es seguir viviendo y afrontando el motivo del malestar o del problema. Puede resultar mucho más penoso y por eso le doy más valor que a un instante de locura.

      Yo también espero que no queden demasiadas ;)
      No, no quedan. Es un relato que, en realidad, se lee del tirón.
      Un abrazo!!

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  3. Este relato podria ser otro punto de vista de la situación que planteas en el poema anterior. Otra vez la falta de valor para dejar a la otra persona, aunque aquí por motivos contrarios y con un resultado mucho mas desastroso. Me gusta mucho el relato. Y me apunto tu consejo, muy bueno, desde luego.

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    1. Ahí le has dado! Cuando buscaba entre los viejos relatos para publicar aquí, me decidí por este precisamente por lo que dices. Tanto el poema como el cuento nos hablan de la imposibilidad de romper una relación aunque, sin lugar a dudas, prefiero que me pase lo del poema que lo del relato.

      Un saludo, Paul.

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  4. Muy de acuerdo con Carla, sin duda alguna.
    Enhorabuena, sobre todo por el diálogo, que engancha y es fluido.
    Saludos.

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    1. Hostia, tu pareja debería dormir con un ojo abierto! XD
      Gracias por tus palabras. Me alegra que me digas eso porque precisamente el diálogo tenía algo que no terminaba de convencerme. Es como si lo viese poco natural.

      Un saludo, Alex!

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  5. Bueno, claro, debo coincidir con el comisario: la piba estaba mal de la cabeza. Quizás los desamoríos que vivió en otras épocas la dejaron así y, en definitiva, más que culpable termina siendo, también, un poco víctima...
    En lo particular, lo leí con claros toques de romanticismo, diálogos fluidos (como señaló Alex) y con un final con una pizca de humor negro que me hizo sonreír. El título, todo un acierto.
    Muy bueno, Mr. M.
    ¡Saludos!

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    1. No había pensado en Carla como víctima y, ahora que lo dices, puede que tengas razón. Sería interesante revisar su currículum amoroso. Me alegro de que te haya gustado y sí, a mí el título también me parece muy apropiado.

      Un abrazo!

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  6. La Carla esta está mal de la cabeza. Vale que enfrentarse a la ruptura era duro, pero lo que hizo al final no tiene nombre. Creo que en realidad no le amaba tanto a Alberto porque prefirió anteponer su propia tranquilidad a la vida de su novio. Muy buen relato.

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  7. La Carla tiene una forma muy especial de entender la vida. Tal vez tengas algo de razón. Seguramente no se trataba de ahorrarle a Alberto el dolor del corazón roto sino de evitar ella la situación de tener que hacerlo.

    Un saludo.

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  8. Estupendo, qué buen cierre tiene este relato. Pero claro, ¿cómo va a hacerlo sufrir? De hecho, esa es una de las premisas del hombre que engaña a su mujer: no se lo cuento, no por cobardía sino para no romperle el corazón. Pero, en tu historia, esta excusa está llevaba al cubo.
    Hiciste bien en republicarla.
    Saludos.

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