Hola, mistercitos! ¿Cómo os trata la vida? ¿Os da besos o patadas? Espero que haya más de lo primero. En mi caso, lo único que hay son teclas y más teclas, a las que me paso el día dándoles para terminar la nueva novela que me traigo entre manos. Sólo puedo deciros una cosa de momento. Se avecina algo muy chulo.
Hoy, sin embargo, me he tomado un respiro y he aprovechado para escribir un relato, que si no vais a olvidaros de mí y si algo odia el Míster es caer en el olvido. Espero, de todo corazón, que os deje mal cuerpo, pues esa es la intención con la que lo he escrito. Y es que, cansado ya un poquito de las teclas del ordenador, se me ha antojado tocar un poquito vuestras teclas internas. Vosotros me diréis si lo he conseguido.
Un saludito a todos, que yo no os olvido.
Gerardo
abre la puerta de su casa. Entra. Cierra de un portazo. Toma aire y trata de
tranquilizarse. El corazón sigue martillando su pecho y el cerebro reproduce una
y otra vez la misma escena, la misma imagen, los mismos gritos.
Enciende
la luz. No hay nadie en casa. Susana todavía tardará una hora en llegar. Gerardo
tiene ganas de abrazarla, de cobijarse entre sus brazos y olvidar, pero tendrá
que esperar para eso. Sabe que hasta dentro de una hora, cuando termine su
turno en la discoteca en la que trabaja, ella no llegará. Y lo lamenta. Susana
es más que la mujer de su vida; es el bálsamo para sus heridas, el vaso de
alcohol que borra sus problemas, la raya de coca que instaura la monarquía de
la felicidad.
Gerardo
opta por encontrar un poco de relajación y directamente, desde la puerta de
entrada, se encamina hacia el cuarto de baño. Por un momento logra evadirse de
la realidad dejándose llevar por el sibilante sonido del grifo al girar la
palanca. El agua caliente, poco a poco, sube de nivel en la blanca bañera,
desprendiendo un nebuloso vapor que convierte el cuarto de baño en un pedacito
del Londres del siglo XIX.
Gerardo
apoya las manos en el lavabo y siente sus fuerzas flaquear mientras contempla
su rostro difuminándose en el espejo, al tiempo que éste se va empañando hasta
convertirse en una especie de pantalla borrosa en la que empieza a proyectarse,
de forma fantasmal, el recuerdo de esa noche.
Gerardo
puede verse a sí mismo abandonando su oficina. Son las doce de la noche. La
semana ha sido una locura y la acumulación de trabajo le ha tenido encerrado en
el decimoquinto piso del edificio de la empresa hasta la medianoche de los
últimos cinco días. Ahora se contempla bajando en el ascensor, evadiéndose en
sus pensamientos y en su deseo de llegar pronto a casa. Sale del edificio tras
despedirse del vigilante y dobla la esquina para tomar la gran avenida que ha
de acercarle a su morada. Es al pasar junto al parque cuando algo le saca de su
ensimismamiento. Un grito rasga la silenciosa cortina de la noche. En un primer
momento, no percibe nada extraño. La ausencia de ruidos vuelve a reinar. Tal
vez haya sido su imaginación, tal vez haya sido algún extraño pájaro del
parque, aunque no es habitual que a esas horas de la noche se dediquen a piar,
graznar o lo que sea que hagan esos bichos alados. Gerardo sigue caminando. No
va mucho más allá. Otro grito, éste más intenso, le obliga a detenerse.
Entonces se da cuenta, en la acera de enfrente hay un forcejeo. Dos tipos
arrastran a una joven hacia un callejón cercano. La lanzan contra la pared.
Ella lucha por recomponerse, pero ni siquiera tiene la oportunidad. Ambos
individuos se lanzan sobre ella. Uno le pone un cuchillo al cuello y la obliga
a tumbarse. El otro se deja caer sobre ella, le levanta la falda, mete la mano
por debajo, da un tirón, con la otra mano manipula su bragueta y luego embiste.
La joven aúlla, pone sonido al dolor, el miedo y la desesperación.
Gerardo
mira a ambos lados de la calle. Nadie. Debería ayudarla. Da un paso para cruzar
la calle, pero se detiene. Él es solamente uno, ellos son dos y van armados.
Debería ayudarla. Si se va de allí, Dios sabe lo que será de ella, si acude en
su auxilio, Dios sabe lo que será de él. Debería ayudarla. El cerdo acelera sus
movimientos sobre la joven hasta que, dejándose caer, se detiene. Se incorpora.
La joven sigue tirada en el suelo, maltrecha y humillada. Ahora es el otro el
que se pone en movimiento. Agarra a su víctima de un brazo y la obliga a
ponerse en pie y de cara a la pared. Se pega a su espalda y le sube aún más la
falda. En esa misma posición la hace suya a la fuerza. Ella llora. Gerardo siente
asco. Debería ayudarla. Pero si lo hace, lo más posible es que acabe muerto y
ella termine corriendo la misma suerte.
La
joven llora de cara a la pared. El tipo sobre su espalda le dice algo que
Gerardo no llega a entender. ¿Quién puede tener la sangre fría de hacer algo
así? ¿Qué ser humano puede ser tan desalmado de permanecer impasible ante el
dolor de un semejante? Gerardo trata de distinguir los rostros de los
asaltantes, pero el callejón sufre de anemia lumínica y la identificación de
cualquiera de los tres, víctima o verdugos, se hace difícil. El tipo sigue
hablando al oído de la joven, palabras que suben de intensidad. Debería
ayudarla. El llanto de la joven crece también, sufre una metamorfosis que lo
transforma en grito. Un grito que se hiela como la sangre de Gerardo al
contemplar la de la joven brotando de su garganta tras el paso del frío filo de
la navaja.
La
muchacha pierde fuerza, la estabilidad de su cuerpo se quebranta y sólo continúa
en pie por la sujeción que suponen las embestidas de su asesino, que no detiene
su macabro baile a pesar de que la joven, todo lo que ha sido y lo que es, se
diluye mezclada con la sangre que desciende tiñendo los ladrillos de la pared.
Gerardo
ni siquiera es consciente de las lágrimas que, desde sus ojos, se lanzan
culpables al vacío. Debería haberla ayudado. Pero ya es tarde, así que reanuda
su marcha y avanza con paso acelerado por la calle, deseando con más fuerza
aún, llegar pronto a casa.
Y
ahora está allí, frente al espejo, lamentando su cobardía, su impavidez, su
incapacidad de reaccionar. Siente vergüenza de sí mismo. Debería haberla
ayudado. Necesita sacar ese sentimiento de su interior, no puede vivir con
ello. Desea que llegue Susana. Sólo a ella le contará todo lo ocurrido. Después
nunca volverá a hablar del suceso que vino a demostrarle lo poco hombre que es.
Está decidido.
Gerardo
necesita ese baño más que nunca. Se quita la chaqueta. La lanza contra el
retrete. Un golpe seco y su teléfono móvil cae al suelo. Lo coge. Va a
colocarlo sobre la encimera del lavabo. Se detiene. Tiene un mensaje. Está registrado
a las doce menos diez. Tan enfrascado estaba en su trabajo que ni cuenta se dio
del aviso. Lo lee.
“Avería
eléctrica en la discoteca. Todos para casa. Te espero junto a la cafetería
frente al parque. Te quiero. Susana.”
Buf, pues sí que es fuertecillo. Me ha pasado una cosa rara con este relato. Me ha gustado pero no, o no me ha gustado pero sí.
ResponderEliminarCreo que entiendo lo que quieres decir. La cuestión es que no te ha dejado indiferente.
EliminarUn saludo.
Un poco crudo tu relato, pero con una gran moraleja.
ResponderEliminarSí que es un poco crudo, pero la moraleja es lo que termina de cocinarlo.
EliminarUn saludo.
Puede ocurrir perfectamente.
ResponderEliminarPobre del que tenga que pasar por ello.
EliminarUn abrazo, Zavala.
Estaría bien que todos ayudásemos al prójimo, pero en el momento de la verdad, el miedo es algo muy natural. Gerardo lo ha pagado con creces.
ResponderEliminarTú lo has dicho, el miedo es algo natural. Nadie decide tenerlo.
EliminarUn abrazo.
¡¡Saludos Mr. M!! Soy 12:45pm, me dejaste un comentario en el "DÍA 268: Medusa", te respondí inmediatamente despues en mi blog, pero lo hago igualmente por aquí.
ResponderEliminar¡Quería darte la bienvenida a mi ventana! Siempre es de grata alegría amanecer con buenas noticias, la llegada de nuevos visitantes que deciden hacerse residentes es motivo, sin lugar a dudas, de fiesta.
¡En 12:45pm hay sitio para todos!
Me alegra muchisimo que te haya gustado lo que viste en el paseo, espero que se mantenga así en el tiempo.
Yo también me asomé por tu ventana y debo decirte que igualmente el tour me enriqueció... así pues te enlazo en mi lista de "Otras Ventanas al Mundo" que está en el menu derecho de 12:45pm.
Te deseo un Viernes fantástico... ¡seas muy bienvenido a mi pequeño gran espacio de inspiración y expiración vital!
¡¡Anímate y participa en el juego interactivo del "DÍA 266: Puntos Suspensivos..."! ¿Qué te parece como actividad de bienvenida y "rompehielos"? ;D.
Un fuerte abrazo
http://docecuarentaycincopm.blogspot.com/
Hey, yo también te doy la bienvenida.
EliminarEspero que nos leamos mucho. En cuanto a tu propuesta, me parece muy buena. Espero poder sacar algo de tiempo, porque entre el blog y la novela que estoy escribiendo, no despego el culo de la silla frente al ordenador.
Intentaré pensar en lo que ocurre al tirar de la cuerda.
Un saludo!
Animo entonces, yo ando tambien hasta arriba entre el trabajo y mil cosas más... pero siempre es bueno sacar un tiempo para imaginar... ¡qué te voy a contar que no sepas ;D!
Eliminar¡Feliz Domingo!
Ufff, durísimo, y crudo hasta la médula.
ResponderEliminarLograste tu cometido con creces, Mr. M, ya que me has dejado un mal sabor de boca, y me has hecho flaquear por dentro, claro. A medida que avanza la trama, es imposible no meterse en la piel de todos los/as protagonistas, y empezar a sufrir dolores físicos y de espíritu con la lectura (eso es fantástico, mérito tuyo como autor, genial).
Tu sapiencia a la hora de las letras es innegable, y creo que la redacción en tiempo "presente" le da un plus aún mayor a la historia. La escena de la violación, pufff, terrible y muy bien redactada; al igual que la atmósfera londinense del baño, espectacular.
El final te apabulla con su llegada, para bien, y realza todavía más tu historia. Y te deja pensando, eh...
En fin, me encantó.
¡Felicitaciones, genio!
Saludos...
Muchas gracias! Con comentarios así uno puede tener la autoestima por las nubes todos los días, sobre todo si vienen de alguien como tú. Por cierto, creo que todavía me falta un poco para lo de genio, pero no te apures, llegaré.
EliminarUn abrazo, Juan Esteban.
Muy fuerte y sí has conseguido crear el efecto que buscabas. A mi entender está muy bien escrito Mr M. La escena de la violación muy cruda y bien lograda y también las tremendas dudas de él. Tienes un estilo muy bueno. ¡A por esa novela! Un abrazo
ResponderEliminarMuy bien, misión cumplida entonces. Como siempre, gracias por tus palabras, siempre dulces y reconfortantes, no como las mías, que suelen ser como cuchilladas. Y sin embargo, aquí estamos, disfrutando cada uno del dispar trabajo del otro.
EliminarUn abrazo muy fuerte.
Aquí estoy devolviéndote la visita, agradecida de que te quedes paseando por mi casa.
ResponderEliminarRelato crudo, muy bien contando, que da para pensar y te deja ese mal sabor.
Antes de llegar al final ya imaginé quien era la chica, para suplicio de Gerardo.
Me ha gustado mucho, pero si me permites, como correctora veo que cambiando alguna palabra (Gerardo lo empleas mucho)ganaría el texto. Esto es deformación profesional, perdona.
En su conjunto es un relato estupendo.
Saludos.
Pilar
Muchas gracias!!! Me alegro de que te haya gustado. En cuanto a las correcciones, no te dejes nada en el tintero. Soy una esponja deseosa de absorber consejos. Es más, a poco que me piques, te mando la novela cuando la termine para que me la corrijas. XD
ResponderEliminarUn abrazo.
jajaja no estaría mal, pero cobro por ello..
EliminarEn el 2º párrafo dices 2 veces que tardará una hora en llegar, es mejor mover las frases y decirlo solo una.
Que coste que te lo digo en plan consejo, tal vez a muchos esto les pase inadvertido, pero a mí me persiguen las faltas de ortografía y enseguida reparo en cositas de éstas.
Tal vez sea que quieras escribirlo así...
Perdón por el atrevimiento.
Un beso.
Pilar
Jejeje... Nada que perdonar y gracias.
EliminarDuro y fuerte. A mí también me has dejado con mal rollo y pensativo. ¡Que mala idea tienes! Eso sí, no dejes de hacernos sufrir.Yo por lo menos lo disfruto.
ResponderEliminarContento de que lo hayas disfrutado, aunque sea pasándolo mal. ¿Te has vuelto masoquista? XD.
EliminarUn saludo.
Desasosegante, devastador, sobrecogedor, deprimente por la bajeza moral a que podemos llegar los humanos...EXCELENTE!!!
ResponderEliminar(no es por joder, pero con un móvil y el 091...)
http://misrelatosyesteblog.blogspot.com.es/
Eso es lo fuerte, lo sobrecogedor y lo más crudo de todo. Que Gerardo era gilipollas.
EliminarUn abrazo.
Lo bueno del relato es que no esperaba ese final ni en pedo. El tipo no solo tiene que cargar con la culpa de sentirse un cobarde, sino que... bueno, no hago SPOILER...
ResponderEliminarMe gustó mucho. Logré sentir las sensaciones del protagonista, y eso es merito tuyo.
Saludos.
Muchas gracias por tus palabras. La verdad que sientan bien viniendo de alguien que escribe cosas como las que ya he estado leyendo.
ResponderEliminarTe mando un saludo.