Normalmente os contesto vuestros comentarios uno a uno. Es mi forma de agradeceros el interés y de crear una especie de vínculo que, aunque débil, vínculo es al fin y al cabo. Digo esto porque en esta ocasión voy a responder aquí a los mensajes de la entrada anterior, pues más o menos, la respuesta es la misma para todos.
Lo cierto es que yo no soy mucho de explicar el chiste, pero hoy voy a hacerlo en parte, tampoco os lo voy a dar todo masticado. He visto que todos tenéis una interpretación parecida del poema "El Enigma que Eres Tú". Puede ser válida, siempre he dicho que en estas cosas ha varias interpretaciones, la del que crea y la de los que reciben la creación. Aún así, ahí va una pista sobre el auténtico significado del poema. Id a la ventana, leedlo y luego mirad hacia arriba. Cuando lo hayáis hecho decidme cuál de las dos opciones que se dan en el poema escogeríais. Al primero o primera que lo haga le escribiré el próximo poema.
Siguiente punto. El relato de hoy, "La Puerta de Atrás". He estado escribiéndolo a trocitos, en esos pequeños ratos libres que he podido tener. Como siempre, espero que lo disfrutéis y que me digáis qué os parece. Al primero o primera que lo haga le querré mucho.
Bueno, mistercitos. Os dejo. En cuanto pueda volveré para dejaros algún otro regalito en forma de relato, poema o mi puto diario. A saber...
La
jovencita, de unos catorce años, abrió la puerta con total serenidad.
–Pase
usted, no se quede ahí plantado –dijo con una sonrisa de rotunda amabilidad–. Mi
madre vendrá enseguida. La ha pillado usted
duchándose.
Ernesto
obedeció mientras observaba a la muchacha, dándose cuenta al instante de que no
era como el resto de chicas de su edad. Sus ademanes, sus gestos, sus palabras
evidenciaban una inteligencia superior a la de otras jovencitas y superior,
incluso, a la de algunos adultos. El hombre echó un vistazo a su alrededor,
paseando su mirada por los objetos que le daban personalidad a la vivienda, una
casa cuyo aspecto dejaba claro que había pasado por tiempos mejores. Aún así,
todo tenía un aspecto de lo más normal, un tanto ajado, pero normal. No
entendía los motivos que habían impedido a sus tres compañeros en sus
respectivas tres visitas anteriores cumplir con su cometido. En todos los
casos, los hombres habían abandonado la casa sin hablar con el titular.
–¿Y a qué
es a lo que ha venido? –preguntó la jovencita una vez transcurrido ese
prudencial tiempo de silencio incómodo que se da entre personas en un mismo
espacio y sin nada que decirse.
–Cosas de
adultos –dijo Ernesto pronunciando las palabras de un modo que mostraba su
firme intención de distanciarse todo lo posible de la situación.
–No se deje
engañar, señor –repuso ella con aplomo-. Puedo ser joven, pero eso no me impide
darme cuenta de lo que pasa a mi alrededor.
–Creo que
me doy cuenta.
–¿Entonces?
–Está bien.
Trabajo para el banco y tengo que hacer la entrega de una notificación. Se deben
tres meses de su hipoteca y si no se pagan esto puede ir a peor.
–Pero
tenemos buzón.
–¿Perdona? –preguntó
Ernesto sin terminar de comprender.
–Que las
notificaciones pueden enviarse por correo –sentenció la jovencita mostrando un
insolente aire de superioridad.
–Lo sé.
Sucede que tú padre y yo estudiábamos juntos de pequeños y siempre nos ha unido
un cierto grado de amistad, motivo por el cual he preferido tratar este tema
personalmente.
–¿Va a
perdonarnos la deuda?
–No, ¿cómo
podría? El banco no puede permitírselo y menos en estos momentos. ¿Sabes que
estamos pasando por una cosa que se llama crisis?
–Pues sigo
sin saber a qué ha venido –reflexionó la muchacha–. Si ni siquiera su amistad
va a servir para ayudarnos insisto en que podría haber hecho llegar la
notificación por correo.
–No voy a
discutir esto contigo. Con quien quiero hablar es con tu padre.
–¿Con mi
padre? –pareció asombrarse ella.
–Sí, con tu
padre. ¿No te has enterado de lo que te acabo de decir?
–Perfectamente,
pero tengo la sensación de que quien no se entera es usted. Mi padre está muerto.
–¿Muerto? –preguntó
Ernesto cada vez más confuso–. No tengo notificación de ello.
–Claro que
no la tiene, no disponemos de impresora para hacer una carta en condiciones, la
vendimos hace meses junto al ordenador, la tele y mi mp3. El banco no puede
permitirse ciertas cosas y nosotros muchas más.
–Pero…
¿cómo que tu padre está muerto?
–Acompáñeme
a la parte de atrás –dijo la jovencita–. Corremos el riesgo de que mi madre
oiga la conversación y no es conveniente en su estado.
Completamente
intrigado, Ernesto fue tras la joven hasta la otra parte de la casa, a una
estancia prácticamente vacía con una puerta que también daba a la calle, a su
lado una ventana con vistas al
jardincillo y bajo ésta la misteriosa presencia junto de unas zapatillas y una
toalla. El hombre las observó intrigado desde la silla en la que estaba
sentado.
–Veo que le
llaman la atención las zapatillas y la toalla –dijo la joven señalando los
objetos.
–No
especialmente. ¿Qué tiene eso que ver con la muerte de tu padre?
–Justamente
hoy hace dos años que mi padre se fue a la playa como cada mañana. Le gustaba
ir a nadar temprano, decía que le mantenía en forma y le despejaba la mente. Pero
aquel día no volvió, el mar estaba demasiado revuelto y ni siquiera un nadador
experto como él podría haberle hecho frente. Nunca encontraron su cuerpo. A veces
todavía puedo verle saliendo por la puerta, con el chándal azul que llevaba
aquella mañana y con su mochila blanca.
La voz de
la muchacha había perdido su tono altanero y se había vuelto del todo temblorosa.
–Pero lo
peor es que mi madre sigue creyendo que está vivo y que volverá algún día. Es
por eso que todas las mañanas deja ahí sus zapatillas, para cuando el regrese
se las ponga. Por la noche las quita y vuelve a ponerlas a la mañana siguiente.
La muchacha
se frotó los brazos, tratando de reconfortarse a sí misma. Ernesto no sabía muy
bien qué decir, por eso agradeció que la madre de la joven apareciese en aquel
preciso instante.
–Espero que
no se le haya hecho muy pesada la espera –dijo con evidente animación.
–No, no se
preocupe. Estaba aquí de lo más entretenido escuchando a su hija.
–Vaya –dijo
la mujer fijándose en las zapatillas y la toalla en el suelo-. No vaya a pensar
que soy una desordenada o una mala ama de casa. Eso no está ahí por dejadez. Mi
marido está nadando en la playa y al volver siempre utiliza esta puerta. No
quiero que me ponga la parte principal de la casa llena de arena. Por eso le
dejo la toalla, para que se sacuda los pies y luego se ponga las zapatillas.
La mujer
continuó hablando tranquilamente de la gran afición de su marido a la natación,
de lo mucho que le gustaría a ella acompañarle si no fuese por su miedo natural
al mar, pues bien sabido era que el mar siempre es traicionero.
Ernesto hacía
rato que se había olvidado de su determinación a distanciarse de las
circunstancias personales de aquella gente, no podía evitar encontrar aquella
situación del todo terrible. Trató, como buenamente pudo, de desviar la
conversación hacia cualquier otro tipo de tema mientras calibraba mentalmente
cuál podría ser el mejor momento para introducir el motivo de su visita. Al
tiempo, podía darse cuenta de que la mujer no le prestaba toda su atención pues
cada poco su mirada se iba ansiosamente en dirección a la puerta, a la ventana
a su lado y al reloj.
–Parece que
por fin el tiempo va a mejorar –dijo Ernesto ahogando su ansiedad–. Eso han
dicho al menos en el parte meteorológico y por el momento parece que aciertan.
–Sí –dijo la
mujer sin mucho interés.
De pronto,
su atención pareció avivarse de forma considerable, pero en absoluto iba
dirigida a las estériles palabras de Ernesto.
–¡Por fin
llega! –exclamó contenta mirando a través de la ventana-. Nunca me quedo
tranquila del todo hasta que no le veo aquí. Ya le he dicho que el mar es muy
traicionero, ¿verdad?
Ernesto se
daba por vencido y se giró hacia la hija con una expresión en su rostro,
tratando de hacerle llegar sin palabras su más profunda comprensión. La
jovencita se acercó a su madre con una leve muestra de duelo. De forma
instintiva miró a través de la ventana y fue entonces cuando el terror vibró en
sus ojos. Llevándose la mano a la boca retrocedió unos cuantos pasos,
quedándose inmóvil, prácticamente congelada. La desazón que desde hacía rato
acompañaba a Ernesto estaba dejando paso a un frio horror, obligándole a
levantarse de la silla y acercarse a la ventana.
Bajo la
tenue luz del atardecer una figura cruzaba pausadamente el jardín, acercándose
cada vez más a la puerta. Al hombro portaba una mochila blanca y el cuerpo se
presentaba envuelto en un inconfundible chándal azul.
Ernesto
retrocedió a trompicones, comenzó a girar el pomo de la puerta, sobre la que
Ernesto tenía clavada la mirada. Una fresca ráfaga de aire le sacó de su
aterrorizado ensimismamiento y en el preciso instante en el que la puerta
comenzó a abrirse, mostrando la imagen de una mano seguida de un brazo envuelto
en una manga azul, el hombre se giró y salió de allí a tal velocidad que cerca
estuvo de atravesar la puerta de la entrada principal en lugar de abrirla.
–Aquí estoy
–dijo el dueño de la mochila blanca–. ¿Todo bien?
–Todo bien –respondió
su esposa.
Su hija, la
avispada jovencita, recuperó la sonrisa.
–Hay que
joderse con lo que hay que inventar para llegar a fin de mes –dijo.
–Niña, haz
el favor de hablar bien –la reprendió su madre.
Genial, me esperaba que todo fuese una artimaña. Muy gracioso. Si algún día me veo en esa situación ya tengo una idea jaj.
ResponderEliminarPonla en práctica, a ver que tal te va. Y si se te ocurre alguna otra estratagema no dudes en compartirla. Yo me presto voluntario a hacerla realidad.
EliminarBuenísimo el relato de hoy, muy acorde con los tiempos que corren. Al final medio pais tendrá que fingir su propia muerte.
ResponderEliminarEn cuanto al poema he vuelto a leerlo y no se me ocurre otra interpretación que la de alguien que duda entre seguir con su pareja o no. Seguiré pensándolo.
Lo malo de todo esto es que creo que medio país ya está medio muerto, sin necesidad de fingirlo.
EliminarMuy bueno Mr. M!! Divertido e imaginativo, la niña es total, hace que sea totalmente creíble su historia. Menuda familia... estupenda, que le den a ese bancario y a sus compañeros, porque seguirán insistiendo. Un saludo!!
ResponderEliminarYo creo que habría que felicitar a los padres por haber criado una niña tan apañada a la hora de desenvolverse en el mundo actual. Con esa capacidad para mentir, fingir y engañar es más que seguro que llegue lejos.
EliminarDe lo mejor que has escrito. Empieza como una tragedia, sigue como una historia de terror y termina siendo la mayor coña. La gente debería rebelarse mas como hacen estos, aunque no creo que la tactica les durase para siempre. Estaría bien otro relato con el siguiente nivel de sus invenciones para librarse de pagar.
ResponderEliminarLo dicho, en cuanto llegue a mí alguna nueva idea de cómo engañar a los que nos engañan la plasmaré en un nuevo relato.
EliminarMe encanta la niña, marisabidilla y deslenguada. Desde luego habrá que plantearselo y ver como dar esquinazo a los del banco.Un relato chulo, chulo.
ResponderEliminarMuchas gracias. Creo que vamos a terminar haciendo un club de fans de la niña.
EliminarIngenioso relato cargado de un realidad cruel enmascarada en tono de comedia. Te has ganado mi aplauso.
ResponderEliminarGracias por tu aplauso.
Eliminar¡Excelente, Mr. M!
ResponderEliminarLa incertidumbre y el suspenso dominan todo el texto, y uno nunca sabe para dónde se va a disparar la conclusión de la trama. Lo que hace que disfrutemos aún más ese final feliz que cierra perfecto el hilo de todo lo leído hasta allí.
Genial, disfrutado a pleno.
¡Saludos!
Lo malo es que es un final feliz momentáneo. Tal como está todo, no creo que esta gente pudiese alargar mucho más la situación. De ahí la necesidad de encontrar nuevas fórmulas. ¿Se te ocurre alguna?
EliminarMuy bueno. Me atrapaste desde el primer párrafo hasta el final. De lo que más me ha gustado de lo que te he leído.
ResponderEliminarEn cuanto al poema intrigada me tiens. Yo veo una flecha amarilla dirigida a "tú" , así que para mi esa es la respuesta.
Gracias. Es lo que más me gusta, cuando os sentís atrapados por la historia.
EliminarEn cuanto al poema, por ahí van los tiros.
¡¡ENVIDIA SANA!!! Eso es lo que me produce este regalo. Has reflejado la situación actual y con dosis de misterio. Enhorabuena suena ridículo, es un relato magistral.
ResponderEliminarMe voy a leer la polémica poesía ;-)
Increiblemente inquietante forma de tratar a un drama que afecta a miles de familias. El final es de órdago. Enhorabuena!!
ResponderEliminarMuchas gracias! Encantado de que te haya gustado tanto y encantado de darte la bienvenida a mi blog... bueno, a nuestro blog, pues es de todos los que por aquí se acercan habitualmente. Espero seguir sabiendo de ti y que pronto seas un nuevo mistercito, además de sastrecillo, por supuesto.
ResponderEliminarTe mando un saludo enorme.
Aunque la trama es predecible, la historia está tan bien contada que se disfruta mucho, aun sabiendo que concluirá así. Buen trabajo.
ResponderEliminarSaludos.
Gracias, Raúl. Tienes razón, es un tanto predecible. Hace tiempo que me di cuenta de ello. Aun así, me alegra que eso no sea impedimento para disfrutar del relato. ¿Quién sabe? Tal vez un día me anime a darle un repaso y a hacer algo nuevo con él, algo más sorprendente.
EliminarGracias por tu visita y por los comentarios. Los aprecio todos.
Un saludo.