viernes, 1 de julio de 2016

RELATO: EL CONVENCIDO INNECESARIO

La noche cerrada tenía a la ciudad durmiendo, arropada bajo su manto de oscura calma. Sólo el sonido de algún motor fortuito se abría paso a través del silencio estrellado. Sólo eso, todo lo demás era plácida quietud. O puede que no. En el piso treinta y seis de aquel edificio en el centro alguien no dormía.
En la cornisa, junto a la ventana y con la espalda pegada a la fachada, Nandi permanecía de pie y estático. Ante él se abría un vacío que le llamaba con insistencia; era una sensación de peligro y a la vez de plenitud. La brisa nocturna le envolvía con una ligera fuerza a aquella altitud, llevando a su boca un extraño sabor. Nandi inclinó su cuerpo unos centímetros hacia delante. Se detuvo. El asfalto treinta y cinco pisos más abajo parecía llamarle con aire juguetón. El hombre se incorporó recuperando su postura inicial. Aquello era desesperado, pero tenía que hacerlo. Había sido el peor día de su vida y la incapacidad de dar aquel paso sería la confirmación de que absolutamente todo estaba en su contra. Resuelto, volvió a inclinarse una vez más.
–¡Espera! ¿En qué estás pensando?
En la ventana del piso de al lado una cabeza surgía con toda la alarma de la que podía hacer alarde. Suso, su vecino, extendía el brazo tratando de persuadirle.
–No lo hagas –insistió.
–¿Qué más da? Con todo lo que llevo hoy sufrido no creo que pueda hacerme mucho más daño –dijo Nandi.
–Aún así, si lo piensas, siempre hay motivos para ser fuerte.
–No creo que me quede nada por lo que ser fuerte, la verdad –dijo Nandi inclinándose un poco más.
–¡No! ¡Recapacita, coño! Después no habrá vuelta atrás.
–¿No crees que estás exagerando? Tampoco es que vaya a ser el fin del mundo.
–Hombre, el fin del mundo no aceptó Suso–. Por eso siempre hay opciones. No tienes por qué terminar así.
–Todo lo que podía terminarse lo hizo esta mañana –se lamentó Nandi.
–De acuerdo –dijo su vecino sacando una pierna por la ventana. Si tú lo haces yo también.
Y tras estas palabras el hombre se situó también en la azotea junto a Nandi.
–Tú mismo dijo Nandi encogiéndose de hombros, haz lo que quieras.
–Te lo advierto, no dudaré en saltar.
–¿Estás hablando en serio? –Nandi se alarmó por primera vez desde el comienzo de aquella situación–. ¿Estás loco o qué te ocurre? No piensas lo que dices.
–Sé perfectamente lo que estoy diciendo.
–Si así lo crees, pero para mí que no coordinas.
–No más que tú, un tío en la flor de la vida y aquí subido en esta azotea. Créeme, aunque ahora no lo veas así, la vida puede ser maravillosa.
–Sí, claro –soltó Nandi echando mano del sarcasmo. Eso vas y se lo cuentas a la zorra de mi mujer, la misma que se ha encargado de reventar esa vida tan maravillosa.
–¿Qué es lo que ha hecho? –se interesó Suso.
–¿Que qué es lo que ha hecho? Poca cosa, sólo llevaba años engañándome con el primero que se le ponía a tiro.
Bueno, hombre... Eso es algo muy común hoy en día. Encontrar a alguien a quien su pareja no le haya puesto los cuernos es más complicado que la conversación entre un ciego y un sordo. 
–Si eso fuese todo...
–¿Es qué hay más?
–La muy desgraciada me engañaba, yo lo sabía, pero, al menos, ella siempre volvía a casa por la noche. No es que fuese un gran consuelo, pero ya me había acostumbrado a aceptarlo como tal. Sin embargo, hoy ha sido distinto. Hoy me ha dejado por un comercial de Vodafone.
Ufff... Eso es duro, tío –admitió Suso. ¿Y no lo viste venir?
–Debería haber sospechado cuando la zorra cambió de compañía telefónica y cuando empezó a aparecer por casa con teléfonos, fijos y móviles, tablets y demás historias, pero no lo hice. Creí que eran estrategias de mercado de la compañía o qué se yo...
La competencia es dura, lo admito reflexionó Suso, pero no, no creo que se haya llegado al punto de que los comerciales tengan que follarse a la clientela por una tarifa plana.
No me estás ayudando en absoluto protestó Nandi.
–Bueno, tú piensa que el mundo está lleno de mujeres estupendas esperando a que las conozcas Suso trataba de dar un nuevo giro a la conversación.
–Pero yo no quiero conocer a otra. ¡La quiero a ella!
–De acuerdo, tranquilízate. Tal vez tengas razón. Puede que necesites tiempo. ¿Por qué no vuelves dentro y piensas sobre ello?
–No puedo pensar. Estaba a un paso de aclararme las ideas cuando viniste a interrumpirme.  
–Y no sabes lo mucho que me alegro de haberlo hecho. Si hubieses dado ese paso ya no habría ideas que aclarar.
–¿Tú qué eres? preguntó Nandi, ya sin ocultar su impaciencia. ¿Un tremendista o un ex fumador? Es que no veas lo pesado que te estás poniendo.
–¿Ex fumador? –se extrañó Suso.
–Mira, no tengo toda la noche. Tú haz lo que quieras… –sentenció Nandi que, con decisión, inclinaba ya su cuerpo hacia adelante.
–¡No lo hagas! –gritó Suso tratando, desesperado, de sujetarle.
–¡Que me dejes! –Nandi soltó un golpe de brazo en un intento de librarse de la oposición de su vecino. Sin embargo la vida es perra y, cuando el desmoralizado hombre creía que las cosas no podían ir a peor, se topó con la demostración de su error. El intento por librarse de Suso fue más desafortunado de lo esperado y la mala pata hizo que su vecino diese un fatal traspié. Que Suso se precipitase al vacío fue cuestión de una milésima de segundo.
–Oh, mierda –se lamentó Nandi olvidándose por un momento de sus problemas, viendo como la figura de su vecino se hacía cada vez más pequeña al tiempo que la velocidad de su caída aumentaba y su desgarrador grito se alzaba por encima incluso de los motores fortuitos que agrietaba el silencio nocturno.

CINCO MINUTOS ANTES:
A treinta y seis pisos de altura Nandi, asomado a la ventana de su piso, contemplaba el horizonte de la ciudad con las siluetas de los edificios, tintadas con el color de la noche, recortándose en todas partes. Meditaba Nandi sobre su vida y la conclusión no podía ser más nefasta. Tenía treinta y nueve años, su situación laboral no era lo que podía llamarse perfecta ni registraba ningún logro memorable, vivía en un piso de alquiler y su mujer acababa de abandonarle por otro. ¿Qué más podía esperar?
El sabor del Martini que se acababa de tomar aún conservaba algunos reflejos en su paladar y parecía pedir el aroma de un cigarrillo con el que combinarse. Nandi echó mano a su bolsillo y extrajo la cajetilla de tabaco. Jugueteó con ella en sus manos antes de abrirla. Fue entonces cuando una inoportuna torpeza de sus dedos hizo que la pequeña cajita de cartón se resbalase de entre sus manos. Nandi volvió a lamentar su suerte. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que la tragedia no era tanta. Aquel problema si tenía solución. La cajetilla no se había precipitado al vacío sino que había ido a parar a la cornisa. Sólo tendría que salir a recogerla. Nada tenía que salir mal esta vez...

6 comentarios:

  1. Dios! Increíble final. No lo hubiera imaginado nunca. Este regreso es para aplaudir.
    Igual, te aviso porque tuve que releer para estar seguro. Creo que hay un diálogo de Nandi que se lo adjudicás a Suso, y sobre el final Nandi se convierte en Luis.
    Saludos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias por las correcciones. Ya están hechas. El relato fue reescrito varias veces y estas son las cosas que pasan cuando metes muchos cambios. Y mira que lo releí varias veces, pero siempre se escapa algo. Encantado de que te haya gustado.

      Un abrazo!

      Eliminar
  2. ¡Jajaja! Qué final, je, je.
    Muy bueno, Mr. M, y con diálogos muy creíbles.
    Me gustó y, como dice Raúl, este regreso es para aplaudir.
    ¡Saludos!

    ResponderEliminar
  3. Muchas gracias, Juan. Me alegro de que te haya gustado. Esperemos que este regreso sea más duradero que los anteriores. Esta vez creo que sí. Espero seguir por aquí para seguir compartiendo letras, camaradería y mucho más.
    Un abrazo muy fuerte.

    ResponderEliminar
  4. Muy bueno, y las descripciones, chapó: "contemplaba el horizonte de la ciudad con las siluetas de los edificios, tintadas con el color de la noche", me encanta.
    ¡Un saludo!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Guay! Genial que te haya gustado. A veces cuesta conseguir una buena frase, pero cuando lo logras es toda una satisfacción. Gracias por leerme.

      Eliminar