Hello, mistercitos! La primavera está a la vuelta de la esquina y ya empiezan a hablar en todas partes de formas de conseguir el cuerpo perfecto. Dietas, ejercicios y demás. ¿Cuál es el motivo para que siempre tengamos que estar sometidos a algo? Y lo más gracioso del tema es que nos recomiendan comer poquito en unos tiempos en los que muchos ya están obligados a hacerlo sin tener nada que ver con la estética. Una buena forma de adelgazar este año sería, creo yo, comprar la cantidad acostumbrada de comida, consumir solamente la mitad y regalar el resto a quien más lo necesite. Entonces sí que nuestra nueva delgadez estaría llena de dignidad. Por suerte, ya hay gente que se preocupa de estas cosas sin la necesidad de que nadie se lo sugiera.
En fin, después de esta reflexión y como os había prometido os dejo un nuevo relato. Habla de ella pero, ¿quién es ella? Tendréis que leerlo para saberlo. Pero eso no es todo. Hoy os traigo dos por el precio de uno. Os dejo también un relato que no es mío. Está firmado por Zavala, que en su blog "Relatando Corto" nos regala escritos que son capaces de tenerte meditando el resto del día, algo poco recomendable para alguien como yo que, por naturaleza, estoy siempre dándole a la cabeza. Pero como sarna con gusto no pica pues se disfruta. Este relato en concreto, "Fiesta del Trabajo", estoy seguro de que no os dejará indiferentes. Describe una situación ficticia que, tal vez pronto, deje de serlo. Ya me contaréis.
FIESTA DEL TRABAJO
¿Os lo habéis leído ya? Pues si os a gustado, Zavala tiene un montón de relatos más. Tan sólo tenéis que haceros seguidores suyos y seguir disfrutando. Eso sí, yo sigo siendo el míster, no os vayáis a confundir, así que ahora podéis sumergiros en mi particular relato gótico.
Un saludo.
Kike apagó
el ordenador con el corazón cercano a salírsele del pecho. Había sido un año de
intercambio de mensajes, de horas de chat, de conversaciones nocturnas y
confidencias prohibidas, pero la espera había merecido la pena. Por fin iba a
verla, había quedado con ella.
Durante
todo aquel tiempo, él había insistido en infinidad de ocasiones para concertar
una cita y poder verse en persona, conocerse, besarse.
–Todavía no
es el momento –había sido siempre la respuesta de ella.
Sin
embargo, aquel sábado había sido distinto. Habían estado hablando de
banalidades y tonterías, nada especial, no como otros días en los que Kike
disfrutaba intercambiando opiniones sobre el sentido de la vida y la muerte,
conversación que ella también parecía disfrutar. Y entonces, la magia pareció
materializarse en un solo instante, algo que a él le pilló completamente por
sorpresa.
–Ha llegado
el momento. Hoy sé que tengo que besarte.
Kike
aprovechó cada uno de los siguientes minutos al máximo, seleccionando en su
armario las prendas que deberían servirle como carta de presentación. Antes de
irse abrió el cajón de su mesilla y sacó un sobre doblado del interior. Cogió
tres billetes de cincuenta. ¿Sería suficiente? Generalmente salía de casa con
la mitad de dinero, pero la noche era especial. Se hizo con un billete más y
devolvió el sobre a su lugar. Media hora después estaba ya en el pub cercano a
su casa, a donde siempre acudía cada sábado por la noche y a donde también
hubiese ido aunque el plan hubiese sido distinto. Se apostó junto a la barra
con la impaciencia llenándole los bolsillos.
En la pista
de baile la gente se movía con la música. En los altavoces Madonna amplificaba su voz con palabras que Kike sintió como
propias.
“¿Cuándo pasó tu voz de ser una palabra a ser un encantamiento?
Ningún otro sonido hace que se me erice el vello del brazo. Todas las letras
agolpándose a la entrada de mi boca, decir tu nombre es algo situado entre una
oración y un grito… y no puedo sacarlo.”
El joven
pronto reconoció el tema “I’m Adiccted” (“Soy Adicta”), perteneciente al disco “MDNA”
de la cantante. Siempre le había parecido que el disco había sido tratado
injustamente en las listas de éxitos pues, a su modo de ver, era bueno,
realmente bueno.
“¿Cuándo pasó tu nombre de ser un idioma a
ser magia? Lo escribo de nuevo en el reverso de mi mano y sé que suena trágico.
Tu nombre es como una droga, nunca tengo bastante, encaja como un guante, soy
adicta a amarte.”
La palabra
“adicta” se repetía una y otra vez, recordándole a Kike que hacía rato que su
cuerpo le exigía su dosis habitual de nicotina, pero se resistía a salir del
local. Ella llegaría en cualquier momento y no quería hacerla esperar. El joven
consultó la hora en su reloj. Eran las doce y diez. Faltaban cinco minutos para
el esperado momento. Quizás unas cuantas caladas rápidas le sirviesen para
relajarse. Estaría de vuelta junto a la barra en menos de cinco minutos.
Atravesando
el bullicio como buenamente pudo, Kike logró salir a la calle. Caminó unos
cuantos pasos alejándose de la entrada del local y se apoyó en la pared de
aquella solitaria calle. Del bolsillo sacó una cajetilla de la que extrajo un
cigarrillo que se llevó a los labios. Lo encendió.
–Oye, tío.
¿Tienes fuego?
El joven se
sobresaltó ante el súbito sonido de aquella voz. Ante él, un tipo
extremadamente delgado, de pelo
grasiento y barba de varios días, metido en un vaquero una talla más grande y
con una cazadora machacada por el tiempo, le observaba con un hilo de agitación
en la mirada.
–Sí, claro
–dijo Kike alargando la mano con el mechero.
–Tiene
gracia –sonrió el tipo–. Te pido fuego y no tengo tabaco. ¿Podrías darme un
cigarrillo?
Todos los
sentidos de Kike le avisaron de que se mantuviese a alerta. Incluso la cita con
ella había quedado momentáneamente borrada de su mente. El joven volvió a sacar
la cajetilla y dejó que el tipo cogiese un pitillo.
–Ahora sí,
¿me das fuego? –dijo mostrando sus dientes negruzcos a través de una grotesca
sonrisa.
Kike volvió
a alargar la mano. Todo fue tan rápido que no tuvo tiempo de reaccionar. El
tipo le sujetó el brazo con una mano mientras que, con la otra, se sacaba una
navaja del bolsillo trasero de su pantalón.
–Y ahora no
hagas tonterías y dame la cartera –dijo poniéndole el brillante filo en el
vientre.
La cabeza
del joven funcionaba al cien por cien en aquel momento. Podría darle la cartera
a aquel tipo, pero no quería hacerlo. Tenía una cita con ella y su intención
era disfrutar de la noche. Y no sólo eso. Llevaba consigo más dinero del que
nunca había sacado para una noche de juerga y no iba a soltarlo tan fácilmente.
Tenía que resistirse, tenía que luchar. Un único segundo distaba entre el
primer pensamiento y el último y un solo segundo más necesitó para rebelarse.
Kike agarró
con fuerza la mano armada y peleó con toda la fuerza que solamente un arrebato
de furia podía provocarle. Los instantes siguientes fueron decisivos y
culminaron con aquel individuo corriendo a lo largo de la calle, haciéndose
cada vez más pequeño en la distancia, envuelto en el agitado eco de sus pasos
que escalaba por las fachadas de los edificios y fundiéndose con las sombras de
la noche. Kike se llevó la mano al bolsillo. Su cartera seguía allí. Se pasó la
mano por el vientre, todavía se sentía incómodo. Entonces sintió la humedad
anudándose a su piel. El joven bajó la mirada. Sus ojos parecieron teñirse al
reflejar el rojo de la gran mancha en su camisa y entonces apareció el dolor.
No era intenso, no tanto como él podría haber imaginado. Era un dolor tenue,
palpitante y dilatado. Sus rodillas cedieron, su cuerpo se desplomó y entonces
la vio en la acera de enfrente.
Era ella.
Le observaba con una sonrisa dulce y serena. Era ella y era como en las fotos,
sólo que más deslumbrante. Su cabello de infinita negrura resplandecía bajo la
luz de las farolas, así como su piel extremadamente blanca. Sus ojos, también
negros y bordeados con una sombra del mismo color, desprendían una bondad
difícil de imaginar en este mundo. Otros brillos se escapaban de la joven,
procedentes de sus pendientes, sus pulseras, sus anillos y sus collares.
También las tachuelas de su oscura camiseta centelleaban formando un dibujo que
Kike encontró difícil de distinguir debido a la intensidad del resplandor. Una
cadenita colgaba del bolsillo de su pantalón negro que descendía perdiéndose en
el interior de unas botas que parecían estar forradas con el cielo de la noche.
La hermosa
joven cruzó la carretera con absoluta calma, sin apartar la vista de él. Se
arrodilló a su lado y acercó sus labios para susurrarle al oído.
–Este es el
momento –dijo con una voz tierna.
Con un
suave movimiento, la joven desplazó su dulce boca maquillada con carmín negro y
la acercó a la de Kike, depositando allí su beso. Nada en toda su vida le había
parecido al joven tan dulce como aquella sensación. El dolor se descompuso. La
sangre dejó de manar de la herida. Sus ojos identificaron el dibujo hecho con
tachuelas en la camiseta de la joven. Aquella guadaña brillante se grabó en su
mirada como un fotograma infinito mientras su último aliento de vida se
escapaba de su boca para pasar a la de ella. El reloj de la iglesia cercana
sonó al señalar las doce y cuarto.
Que bueno el relato. Yo creía que ella era cómplice el atraco y que había quedado allí con él para que le robasen, pero no me esperaba el final. Me has vuelto a sorprender.
ResponderEliminarY el relato de Zavala es muy bueno también, una situación curiosa con una gran crítica. Y ojala se quede en eso y no se convierta en verdad.
Felicidades para los dos.
Gracias. Me alegro de que te haya gustado y de que también hayas disfrutado el de Zavala. Tienes razón, ojalá la situación que describe no vaya más allá de su relato.
EliminarGuau. Impecable final e impecable desarrollo de la historia. Has vuelto a engancharme como siempre. Yo también I'm addicted.
ResponderEliminarP.D. He escuchado la canción de Madonna, no la conocía y me parece muy buena, música electrónica de primera. ¿Qué disco es ese de MDNA? No lo conozco y es raro tratándose de Madonna.
El disco MDNA es el último hasta la fecha de Madonna. Fue publicado el año pasado y no ha tenido excesiva repercusión en parte, creo, por falta de promoción. Eso sí, la gira que corresponde al disco ha estado en todas partes.
EliminarUn saludo.
Un relato cojonudo Mr.M!!
ResponderEliminarMuy logrado, en la idea, en la estructura, en la ejecución, en el ambiente, por esa letra que expresa el estado de ánimo del protagonista; estupendo.
Así son las cosas muchas veces, fruto del azar. Esta vez le toca a él. Una decisión intrascentente y zas!, todo se acaba.
Y de lo otro,... MUCHÍSIMAS GRACIAS.
Un abrazo!
Más que fruto del azar yo creo que estaba predestinado. Hubiese quedado con ella o no, él iba a estar ese sábado en ese bar e iba a salir a fumar ese cigarrillo. Fíjate que al final, el se muere justo a la hora a la que había quedado con ella. Me alegro de que te haya gustado.
EliminarY de lo otro,... no se merecen.
Un abrazo.
Muy buen relato.
ResponderEliminarLa muerte nos acecha desde cualquier parte, esta es la prueba.
Más que acehcar, espera.
EliminarGracias por el comentario. Un saludo.
Gran relato. Yo también creía que ella era cómplice del robo el final me ha pillado de improvisto. Me gusta tu estilo. Si me permites, te sigo.
ResponderEliminarUn saludo. Nos leemos.
http://elpapiroblanco.blogspot.com.es/
No te lo permito, te lo exijo. ¡Sígueme!
EliminarEn serio, bienvenido. Espero tenerte mucho por aquí.
Un saludo.
Me parece genial la recomendación, yo también leo a Zavala y me gusta quedar pensando. Hacen falta más blogs de contenido.
ResponderEliminarSaludos y un placer.
Toda la razón, Beatriz. Yo también soy de pensar, así que Zavala lo pone a huevo.
EliminarUn placer para mí también que te hayas pasado por aquí.
Saludos.
Muy bueno. Felicidades.
ResponderEliminarGracias! Celebro que te haya gustado.
EliminarMe has atrapado Mr M, sobre todo a partir del cigarro me he tragado el relato a todo correr. Fluido, original, ameno. Me ha gustado.
ResponderEliminarUn abrazo
Muchas gracias, Amaia. Me encanta cuando me decís que os atrapo. Cosas como las que tú me dices me animan para seguir escribiendo.
EliminarAcabo de leer el de Zavala. Nos has dado una buena recomendación, merece la pena leerlo.
ResponderEliminar¿Verdad que sí? Yo no recomiendo cualquier cosa.
EliminarUn beso.
¡Wow! Estupendo, Mr. M., intenso a más no poder.
ResponderEliminarManejás el suspenso como los mejores, desde el inicio del relato hasta el final. Las escenas de acción de mitad de relato en adelante, excelentes. Y el final, completamente inesperado (yo también me iba haciendo una imagen -inexacta, al fin- de la complicidad de la piba con el ratero) que realza todo lo muy bueno de la historia hasta allí.
Te felicito, me encantó.
¡Saludos!
Gracias y mil veces gracias! Me halaga que estas palabras vengan de alguien que escribe como tú lo haces. La verdad que es un gustazo dedicarle tiempo al blog con lectores como vosotros. Lamento que últimamente no pueda cuidarlo tanto como me gustaría y que publique menos que antes, pero todo ello tendrá su recompensa, prometido.
EliminarUn abrazo.
Increíble desenlace, Don M. Eso sí que es tener una cita con la «M». Ahora entiendo por qué muchos la encuentran irresistible.
ResponderEliminarSaludos.
Gracias! A raíz de tu comentario he vuelto a leer el relato. Desde que lo publiqué no había vuelto a echarle el ojo. Para ser sincero, y a riesgo de resultar arrogante, se me ha escapado una sonrisilla de satisfacción. Lo cierto es que me quedó bien el cuento.
EliminarGracias por tus palabras. Seguimos leyéndonos.