sábado, 29 de octubre de 2016

EL RESERVADO DE MR. M (2): Lucas Barrera



Hola, mistercitos!

Volvemos a abrir nuestro reservado, EL RESERVADO DE MR. M, ese rincón en el que recibir a autores y artistas que tienen mucho que decir.
Halloween está ya a la vuelta de la esquina, por lo que creo que la ocasión es propicia para hablar con un autor que se mueve en el género de terror como pez en el agua. Estoy hablando de Lucas Barrera. Desde su debut con el fantástico thriller LA SUERTE DE LAS MARIONETAS ha ido evolucionando hasta atraparnos en las garras del horror más descarnado; de ello son muestra títulos como DE LA PIEL DEL DIABLO y IN ARTICULO MORTIS: EL ÚLTIMO ALIENTO.
Podría deciros muchas cosas sobre estos dos libros, pero me limitaré a afirmar que ambos me encantaron cuando los leí. Todo lo demás, dejo que sea el propio Lucas el que os lo cuente.
Pero no os llevéis a engaños, pues si bien sus novelas son tétricas y góticas, el autor es más bien un tipo natural como el yogurt y muy divertido. ¿Y por qué sigo hablando? Mejor no decir nada más y dejar que seáis vosotros quienes le descubráis.
Así pues, sin más dilaciones ni dilataciones os presento la conversación en la que Lucas Barrera y un servidor se unieron para hablar de terror, placer, masoquismo y lo que se tercie. ¿Quién da más? Puede que cualquiera, pero nunca tan bien como nosotros.

Poneos los cascos y disfrutad...



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NOVELAS DE LUCAS BARRERA:

La Suerte de las Marionetas
De la Piel del Diablo
In Articulo Mortis: El Último Aliento

jueves, 20 de octubre de 2016

ELLA Y ÉL

Ella. Ella estaba esperándole. Sabía que él pasaría por allí; lo haría como cada noche. Como cada noche él saldría de trabajar, se montaría en su coche y conduciría en dirección a su casa. Y, como cada noche, pasaría por allí. Así que ella estaba esperándole.
Ella. Era ella la que iba a joderle la vida, como él le había jodido la suya. Un año juntos había desembocado en una sucesión de desplantes, engaños y desengaños. Ella que se creía la única en la vida de él había descubierto la verdad y la verdad no le gustaba.
Ella. Lo había descubierto de la forma más tonta. Un simple pitido en el teléfono móvil de él, un tonto acceso de curiosidad de ella y todo cambió. El teléfono había sonado, nada estridente. Una simple y breve señal de aviso. Él dormía junto a ella, no se despertó. Ella no podía dormir y, aburrida, sintió la inusual necesidad de comprobar el teléfono.
Ella siempre había sido feliz. Después de tantas relaciones fallidas, de tantas mentiras, de tantas utilizaciones, por fin había dado con él, el hombre perfecto. Atractivo, encantador, detallista, cuidadoso. Durante doce meses la había colmado de atenciones y, en los últimos tiempos, la promesa de llevar la relación al siguiente nivel había salido a la luz. Pronto estarían viviendo juntos, compartiendo la existencia y las experiencias. Pronto sus encuentros dejarían de ser ocasionales. Pronto sus vidas estarían unidas para siempre y ella era feliz porque aquello era lo que quería. Ella quería más.
Ella consultó el reloj en su muñeca. Según sus cálculos, él no tardaría más de cinco minutos en aparecer. Se puso en pie, se alisó su corto vestido blanco y, con los pies descalzos, avanzó un par de metros. Allí se quedó. Quieta. Sola. Con los brazos rodeando su cuerpo. Quieta. Sola.
Ella recordaba la fatídica noche en la que tuvo la ocurrencia de consultar el teléfono de él. Había sido entonces cuando lo supo. Supo que todo era mentira, que las atenciones y los cuidados eran de plástico barato, que la existencia no sería ya la misma, que las experiencias, simplemente, ya no serían y que la promesa de una vida juntos se desdibujaba como el humo de un cigarrillo a punto de consumirse por completo. Sólo era un mensaje, unas pocas palabras en la pantalla del teléfono, pero era curioso como aquellas pocas palabras podían cambiarlo todo.

“Cariño. No tardes mucho. Los niños esperan a que les des el beso de buenas noches.”

                Ella lo entendió al momento. Por mucho que los besos fuesen los más dulces, por mucho que los abrazos fuesen los más fuertes, por mucho que sus piernas se abriesen más que las de otras, aquello era algo contra lo que ella no podía luchar. Y sí, lo entendió al momento. Todo se había acabado para ella. O eso fue lo que pensó en un primer momento porque, como un lobo fugitivo en la noche, otra idea vino a ocupar su cabeza. Todo podía acabar para él también.
                Ella estaba allí, esperándole en medio de la noche. Ella iba a hacerlo porque si ella había sido capaz de ponerse de rodillas, de ofrecerle su dolor a cambio de placer, si ella había demostrado no tener dignidad, ahora también podía ser capaz de hacer cualquier cosa. Y lo iba a hacer. La brisa de la noche la acariciaba, le infundía el valor que por momentos le fallaba. Ella irguió su cuerpo y esperó.
                Él. Él apagó la luz de la oficina y tomó el ascensor. Cruzó el garaje en dirección a su coche y se introdujo en el interior. Puso el motor en marcha y condujo a través de la noche. Tenía prisa. Quería llegar pronto a casa. Desde que todo había terminado con ella se sentía más unido a su familia. Ella le había abandonado o eso parecía. Algo había ocurrido, no sabía el qué, que a ella la había empujado a desaparecer. De un día para otro no supo más de ella. No respondía a sus llamadas, ni a sus mensajes, si acaso estaba en casa, ninguna de las veces que él se dedicó a aporrear su puerta ella le había abierto.
Y entonces, como recién despertado de un sueño, él lo tuvo claro. Había sido un estúpido. Había engañado a su familia, se había engañado a sí mismo. ¿Y todo ello por qué? Por una mujer que, lo más que le había ofrecido, era la posibilidad de hacérselo por atrás. No es que ello fuese una tontería, pero ¿hasta qué punto pesaba eso más que una estable vida familiar? Ahora lo sabía, no merecía la pena.
Él giró el volante hacia la izquierda e hizo que el automóvil tomase la carretera principal, una línea recta que habría de llevarle hasta las afueras de la ciudad. Una nube enmascaró el rostro de la luna, oscureciendo la noche.
Ella oyó el sonido lejano de un motor. Dejó caer los brazos y se mantuvo a alerta.
Él continuó avanzando en línea recta.
Ella vio unos faros lejanos. Consultó la hora en el reloj.
Él continuó avanzando en línea recta.
Ella vio el coche acercarse. Sabía que era él. Le conocía tan bien que podía incluso reconocer su forma de conducir.
Él continuó avanzando en línea recta. Y entonces la vio. No la reconoció. Lo único que sus ojos registraban era un bulto blanco inmóvil en medio de la carretera.
Ella corrió en dirección al coche.
Él no entendió lo que ocurría.
Ella siguió corriendo hasta estar lo suficientemente cerca.
Él sintió su corazón golpeando su pecho.
Ella cerró los ojos.
Él trató de esquivarla.
Ella golpeó con su rostro contra el cristal delantero del coche, agrietándolo del mismo modo que él había agrietado su corazón.
Él perdió el control del vehículo.
Ella era amor, era odio, era sangre.

Él. Ella. Nada…

lunes, 17 de octubre de 2016

¡¡¡QUE YA SOMOS MIL!!! MIL MISTERCITOS EN TWITTER (y lo bien que yo me lo paso)

Pues sí, mistercitos. Es tal y como suena. Hemos superado los mil seguidores en Twitter. Soy consciente que son muchos los que me superan en cifras, pero a mí me da igual. Ellos llevan más tiempo que yo en la mencionada red. Y aunque lleven menos, a mí me da igual.
Cuando comencé esta aventura, la de este blog, porque aquí fue donde empezó todo, mi única aspiración era poder despotricar sobre aquellas cosas del mundo que no me gustan y si unos pocos me leían yo ya me daba por satisfecho.
Pero este blog está vivo y él solito fue mutando hasta convertirse en lo que hoy es, un blog literario. Y la cosa empezó a crecer, aparecisteis muchos de vosotros, me aficioné a escribir relatos, luego el cuerpo me pedía más y di el salto a la novela larga. Así, sin red ni nada. Tuve suerte y no me estrellé.
Dos novelas publicadas después y con la tercera en proceso de creación, puedo decir que estoy muy satisfecho. Sabéis de mis circunstancias personales y eso hace que mis pasos hacia adelante a veces sean más rápidos, otras más lentos. Pero sigo en el camino y avanzando.
Y lo de este fin de semana es una prueba de ello. Me uní a Twitter por probar, por ver lo que pasaba y ya somos más de mil. ¿Y ahora qué? Pues a seguir mirando hacia adelante. Mi tercera novela sigue gestándose, pero empieza a vislumbrarse lo que será en un futuro no muy lejano y lo que se ve pinta muy bien. Creo poder afirmar ya, sin miedo a equivocarme, que será la zorra de todas las novelas. ¿Exagero? El tiempo lo dirá, pero estoy seguro de que no dejará a nadie indiferente. Pero dejémoslo aquí por ahora. Todavía no es momento de hablar sobre ese libro.
Lo único que quería era informaros del pequeño éxito de este fin de semana y, como no, agradecéroslo a vosotros, los que me visitáis aquí en el blog, porque vosotros fuisteis los primeros, fuisteis los que me empujaron a crecer y sin vosotros, creo que nada de todo esto hubiese ocurrido.
Así pues, muchas gracias, mis mistercitos.

Se os quiere.

Os dejo a continuación lo que fue mi particular celebración. Y es que así soy yo, cualquier excusa me viene genial para pasármelo bien.