Amados mistercitos, en una fechas tan señaladas como éstas en las que nos adentramos, me gustaría dirigirme a todos vosotros para compartir algunas reflexiones. Y es que si hay un señor que todos los años se dirige a nosotros para... para... No tengo muy claro para qué se dirige a nosotros, lo único que se me ocurre es que el objetivo final sea el de anestesiarnos el cerebro para el resto del año. Él dice que lo hace para transmitirnos sus mejores deseos de paz y felicidad, pero debe de referirse a su propia paz y a su propia felicidad, pues está claro que hace tiempo que para nosotros esos dos conceptos se están convirtiendo en utópicos.
Nuevamente este año habrá en su discurso palabras encaminadas a ensalzar el gran amor y orgullo que siente por este su pueblo. Amar tiene que amarnos, eso es cierto, pues es gracias a nosotros, a nuestro esfuerzo, a nuestras penurias y a nuestro sufrimiento que él y toda su estirpe viven como viven. El pueblo está quemado, muy quemado y supongo que es ese calor que desprende el que se utilizará hoy para cocinar todos esos manjares que esta (i)real familia degustará a nuestra salud, o a costa de nuestra salud. Es por eso que os pido que hoy hagáis un ejercicio de autoafirmación y no le escuchéis, no le prestéis atención. Haced que las estadísticas de audiencia demuestren que ya no nos interesa lo que tenga que decir. Si acaso necesitáis de algún tipo de discurso estas navidades, escuchadme a mí; tengo mejor cara, no mato animales y, para qué negarlo, tengo ansias de liderazgo.
Llevamos años sumidos en una situación en la que nosotros mismos nos hemos metido por confiar. Hemos depositado nuestras esperanzas en un sistema más inservible que el logopeda de la duquesa de Alba, un sistema que unos pocos se encargaron de convencernos de que era el correcto pues ellos tenían mucho que ganar, pero nosotros mucho que perder. Nos hemos apoyado en líderes políticos que, legislatura tras legislatura y partido tras partido, se han dedicado a hacer la vista gorda, a dar la espalda a los verdaderos problemas y a ayudar a llenar los bolsillos de aquellos que tenían mucho que ganar, cuando no los suyos propios. Y ahora, cuando ya todos han amasado fortunas, cuando cada uno de ellos tiene más de lo que varias familias juntas necesitarían para llevar una vida digna, cuando ya están a punto de vomitar porque no les cabe más en el estómago de tanta gula con la que han comido, ahora es cuando nos dicen que no hay dinero para el pueblo. Sí lo hay para los bancos, grandes causantes de esta situación, lo hay para los viajes en primera clase de nuestros ministros y lo hay para todas esas suculentas cenas con las que se agasajan en todas las cumbres en las que se reúnen para no llegar nunca a ningún acuerdo ni solución. Mala suerte, el pueblo tendrá que seguir esperando.
Pero el pueblo no es del todo inocente porque ha sido él el que los ha colocado ahí y, esto es lo peor, ha sido el pueblo el que ahí los ha mantenido a lo largo de los años. ¿Cómo puede ser que después de todas las mentiras, todos los robos, todos los desfalcos y toda la corrupción dos personas sean todavía capaces de sumergirse en una convulsa discusión defendiendo cada una a un partido político? ¿Qué más necesitamos para abrir los ojos? Ninguno de ellos vela por nuestros intereses, a ninguno le preocupa lo que pueda ser de nuestras vidas. Cuando se van a dormir podéis estar seguros de que su último pensamiento no es para el hombre de cincuenta años, cabeza de una familia en la que todos están en el paro. Ninguno reza para que ese hombre encuentre su camino, les da igual que esté condenado a no volver a trabajar en su vida con la consiguiente incapacidad de salir adelante. Apostaría la cabeza a que ninguno de ellos ha derramado una sola lágrima por todas esas personas abocadas al vacío por verse antes abocadas al desahucio. Lo dicho, ninguno reza por ellos.
Creo que por no rezar no reza ni la Iglesia, no hay tiempo. El Papa, obispos y sacerdotes están demasiado ocupados en enarbolar alegatos en contra de todo y de todos y así nos animan cada día con afirmaciones como que hay menores que buscan que se abuse de ellos, que hay mujeres que se visten para ser violadas, que los homosexuales ponen en peligro la paz mundial (los regímenes totalitarios, las dictaduras o los grupos terroristas son pecata minuta, nada más). No deja de parecerme irónico que los máximos representantes de Dios en la Tierra, alguien que se supone defiende la armonía, el respeto y el amor, sean los principales instigadores de odio, repulsa y rechazo. Flaco favor le están haciendo al Señor a no ser, claro, que Dios también sea un hijo de puta, que tal como están los telediarios no sé yo...
Por eso, mistercitos, desde aquí quiero animaros a no seguir escuchándoles. No lo hagáis y no los defendáis, a ninguno. No lo merecen. En vez de eso escucharos a vosotros mismos, pensad de forma independiente a los mensajes que constantemente os lanzan y aquello que creáis decidlo alto y claro. Puede que muchos os den la espalda, pero eso está bien siempre que no os la deis vosotros mismos. Tal vez esa sea una forma de empezar a cambiar las cosas. Y si os sentís indignados que nadie os haga sentir culpables por ello. Toda esta gente nos aprieta el cuello con una mano mientras con la otra se llena los bolsillos y todavía quieren que no nos lo tomemos mal.
Esta noche empiezan las celebraciones navideñas y son muchos los que no tienen nada que celebrar ni medios para hacerlo. Por eso, cuando estéis disfrutando de vuestra cena de Nochebuena, entre plato y plato o entre copa y copa o entre suspiro y suspiro provocado por el hartazgo que os causa ese pariente al que no deberíais haber invitado, tomaros un momento para ser conscientes de todo lo que tenéis y dad gracias por ello. No hace falta que se las deis a Dios. No es Él el que paga toda esa comida después de haber trabajado diez horas diarias con un contrato de penosas condiciones. Él ya hizo bastante al principio de los tiempos, creando el mundo a toda prisa en siete días, así le quedó la chapuza que le quedó y desde entonces se dedica a vivir. Más o menos lo mismo que ha hecho Rodrigo Rato con Bankia. Y algo me dice que se van a ir los dos de rositas.
En fin, mistercitos, podría seguir aquí escribiendo hasta mañana pues es tanto lo que quisiera decir, pero no tengo intención de aburriros. Este mensaje ha sido mi forma de dedicar mis pensamientos de estos días a todos aquellos que lo están pasando mal. Para felicitarnos las navidades ya está "El Corte Inglés".
Nos vemos!